lunes, 9 de septiembre de 2019

NO JUZGUÉIS


No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Mateo. 7:1-2.
Cristo poseía una cualidad imprescindible para amonestar sin causar dolor. 

Jesús se refiere en el contesto de este verso, al hecho de juzgarlas intenciones de otras personas, no al hecho de juzgar si sus acciones son buenas o malas. 

 Dios es competente para juzgar las intenciones del corazón humano, y los pensamientos íntimos de los hombres (ver. Hrb 4:12; DTG. 281). Cuando Dios nos mira dentro de nuestro corazón, ama el pecador, pero rechaza el pecado. 

“El esfuerzo de ganar la salvación por medio de las obras propias conduce inevitablemente al hombre y mujeres a amontonar los reglamentos humanos como una barrera contra el pecado. 

Pero los hombres no miran ni observan la ley de Dios, el hombre traza normas y reglamentos que son de su propia cosecha para obedecerlas. Todo esto desvía la mente de Dios hacia el yo. 

El amor divino se extingue en el corazón, y con el desaparece el amor al prójimo. 

Los que defiende tal sistema humano, con una multitud de reglas, se siente impulsados a juzgar a todo los que no logran alcanzar la norma establecidas por los hombres.

Cristo no discrimina a las personas ¡No! Sino va en contra de los que critican censura, mucha veces en forma injusta e inmisericorde. 

El ambiente de la critica egoísta y estrecha ahoga las emociones nobles y generosas, y hace de los hombres espías despreciables de lo jueces ególatras. 

 “A esta parte pertenecía los fariseos” No salían de su servicio religiosos no se humillaban por la convicción de los de viles que eran, no eran agradecidos por los grandes privilegios que Dios les había dado. . . 

¿Vemos esto en nuestro pueblo? Dios es el que juzgara en aquel tiempo. Dictamos juicio rápidamente contra nuestros hermanos en la fe. No tenemos en cuenta las percusiones que puede acarrear en las vidas de ellos y en las nuestras. 

En aquel día la ley caerá como una losa en nuestra cabezas, al igual que a los fariseos. Un proverbio árabe dice:”¿Cómo ves la astilla en el ojo de tu hermano y no ves la viga en tu propio ojo?” 

“El pueblo participa en sumo del mismo espíritu que se entrometía en la esfera de la conciencia y se juzgaban mutuamente en asuntos que están entre el alma y Dios. 

Un joven árabe se levantaba a la media noche para leer el Corán, y meditar y orar. 

Una noche su padre se levanto y lo contemplo y el hijo le dijo: 

“Tus otros hijos están sumidos en un sueño irreligioso, mientras yo sólo alabo a Dios” “Hijo -le contestó- es mejor dormir que estar despierto para mostrar las faltas de tus hermanos”. “Apliquemos nos en cuento".
MARANATA.
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