domingo, 22 de septiembre de 2019

NO DSTAMOS SOLOS.


Así pues no sois ya más extranjeros y transeúntes, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. Efesios 2:19 V
Primer punto de vista. Regular mente los extranjeros no tienen derechos, ya que procedían de otros país. 

Pero muchos de nosotros somos extranjeros en nuestro propio país, cuando somos discriminados por nuestras ideas o por nuestra manera de vestir. En alguna manera somos (Gr. pároikos) porque vivimos en un país que no es el nuestro. No tenemos derechos a nada y menos a la ciudadania. 

Segundo punto de vista. Si somos gentiles y aceptamos a Cristo tenemos derecho a todos los privilegios de la ciudadania del Israel celestial.

Porque formamos parte del cuerpo de la iglesia del Israel espiritual. Es decir, miembros de la familia, a quienes corresponde los privilegios de protección, sustento y confraternidad (Gal. 6:10). 

Dios es el Rey de los ciudadanos y Padre de la familia. Pues la sangres de Cristo fue derramada por ti y por mí. 

Tercer punto. “Una persona o personas pueden ser un buen cristiano sin ir a la iglesia” es lo que dicen algunos, porque observan que a menudo personas muy buenas nunca traspasan el umbral de la iglesia. 

Nadie es bueno sino Dios. Mientras que otras bastante a menudo se ven implicados en asistir a ella. 

No obstante, este veredicto es muy superficial, porque ningún hombre o mujer puede ser un cristiano radiante sin experimentar una nueva renovación de espíritu y mente, ya que el cristiano no puede avanzar sin la unidad de la iglesia. 

Muchos hombres y mujeres pueden intentar ser cristianos fuera de la iglesia, o con un pie dentro y otro fuera, teniendo una vaga idea de los requerimientos de un Dios bondadoso. 

Pueden tener conceptos más o menos correctos de la vida decente. Pero con todo este conocimiento se ven aislados de la gracia divina. 

Dios constituyo la iglesia, le dio unos mandamientos para que fueran guardados, y no para que fuesen violados constantemente. 

Pero cuando un hombre muere el espíritu de este culto en conjunto, y se siente tan bueno que no necesita a otros, ya sea para recibir o prestar ayuda, entonces pronto comenzará a adorarse a sí mismo o a alguna imagen de talla en vez de al Creador.  

“La familia de Dios” es necesaria para cumplir con el destino de Dios sobre la tierra. Esto se puede lograr con la unidad de la iglesia, y la gran obra del Espíritu Santo, que transforma los corazones. 

La iglesia es la comunión de los santos y es el lugar al cual podemos volvernos para obtener la curación y la ciudadanía. 

Allí encontramos esperanza y salvación porque pertenecemos a la comunidad celestial.
MARANATA.
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