martes, 19 de abril de 2016

DESECHANDO LA MALICIA.


Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidia, y toda las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis. 1º Pedro 2: 1,2.
Deberíamos estudiar con diligencia estas instrucciones. Es nuestro privilegio como pueblo crecer “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efe. 4:13). 

No deberíamos ser irreflexivos o descuidados al hablar, hiriendo el uno al otro con palabras descorteses o ofensivas. . . Pedro nos está presenta la Malicia, el Engaño, la Hipocresía, y las Detracciones.  

Todo esto existe en el pueblo de Dios, queramos admitirlo o no, pero los hechos hablan por si solos. Hoy doy fe que esto existe, y que esto en una minoría, pero si lo hay. No solamente a niveles bajos, por desgracia, sino tan bien existe a niveles altos. 

Ignoramos que nuestros hechos se están registrando en los libros del cielo y que cuando nos presentemos ante el gran tribunal, nuestras aciones y hechos saldrán a la luz. Cada agente humano relacionado con la obra del Señor necesita apreciar la obra en la cual está tomando parte. 

[Por muy pequeña que sea está]. Para Dios todas son muy importantes. 

La obra en las instituciones de Dios deben realizarse sin fricciones, sin palabras apresuradas, sin palabras dictatoriales. Pero esto está lejos de ser una realidad, es una e quimera. 

Los obreros deben ser puros, limpios y santos en pensamientos , en palabras y en acción. Deben ser testigos de Cristo, testificando que han nacido de nuevo. (Carta 179. 1902).

No debe haber palabras hirientes, represiones irritantes, porque los ángeles de Dios están recorriendo cada habitación. Cristo anhela alabar a cada fiel obrero y lo hará. Cada acto bueno es registrado en el libro. 

Pueden cometerse pequeños errores, pero las palabras de censura levantan sentimientos de venganza y Dios es deshonrado. . . Cada palabra hablada irreflexiva o imprudentemente debería retirarse en el acto. . . 
Debemos recordar que como cristianos que profesamos en unidad no debemos actuar como los pecadores, cuya palabras y acciones pecaminosas, a menos que se arrepientan de ellas, los condenarán. . . 
“Sé vigilantes, y afirma las otras cosas que están para morir” (Apoc. 3:2). 

Está es nuestra obra. Hay mucho que están por morir espiritualmente, y el Señor nos llama para que los fortalezcamos. 

El pueblo de Dios ha de ser fiel al deber. Sus miembros han de estar juntos por los lazos del compañerismo cristiano y deben ser fortalecidos en la fe hablando el uno al otro con frecuencia de las preciosas verdades que les fueron confiadas. (Ibid).
Maranata
Luis José de Madariaga.
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