lunes, 28 de marzo de 2011

EL PRECIO DE LA MENTIRA.

Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad (los que dicen la verdad) son su contentamiento. Prov. 12: 22.

De Siquem los Israelitas volvieron a su campamento de Gilgal. Allí los visitó poco despues una embajada extraña, que deseaba pactar un tratado con ellos. Los embajadores manifestaron que venían de
tierras lejanas, cosa que parecía confirmar su apariencia. Llevaban ropas viejas y raídas; sus sandalias estaban recosidas; sus provisiones de boca estaban mohosas, y sus odres, rasgados y remendados, como si se los hubiera reparado apresuradamente durante el viaje. . .(foto. Cambiaron sus ropas)

Estas explicaciones prevalecieron. . . "Y Josué hizo paz con ellos, y concertó con ellos que les dejaría la vida: también los príncipes de la congregación les juraron". Así se concertó la alianza. . .

Pero les hubiera salido mejor a los gabonitas si hubieran tratado honradamente con Israel. Aunque su sumisión a Jehová les permitió conservar la vida, su engaño sólo les reportó deshonra y servidumbre. Dios había establecido que todos los que renunciaran al paganismo, y se unieran con los Israelitas, habían de participar de las bendiciones del pacto.(foto. Pueblo Gabaonitas).

Quedaba incluidos en la expresión "el extranjero que peregrine entre vosotros", y con pocas excepciones esta clase había de gozar iguales favores y privilegios que Israel. El mandamiento de Dios fue: "Y cuando el extranjero morare contigo en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero qu
e peregrinare entre vosotros; y ámalo como a ti mismo (Lev. 19: 33,34). . .

Tal eras las condiciones en las cuales los gabonitas podrían haber sido recibidos de no haber mediado (mentido) engaño al cual había recurrido. Ser hecho leñadores y aguadores por todas las generaciones no era poca humillación para aquellos ciudadanos de una ciudad real, donde todos los hombres eran "fuertes". (foto. Los Gabaonitas fueron los aguadores de Israel).

Pero habían adoptado el manto de la pobreza con fines de engaño, y les quedo como insignia de servidumbre perpetua. A través de todas las generaciones, esta servidumbre iba a atestiguar el aborrecimiento en que Dios tiene la mentira (P. y P. pág. 539-542).


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