miércoles, 30 de marzo de 2011

"DAME ESTE MONTE"

Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió . . . Dame, pues ahora este monte. Josué. 14: 11, 12.

Si en la matutina del lunes vimos el precio de la mentira, ahora vemos el precio de la fe. Antes que comenzara la distribución de la tierra, Caleb, acompañado de los jefes de su tribu, presento una petición especial.

Con excepción de Josué, era Caleb el hombre más anciano de Israel. Ambos habían sido entre los espías los únicos que trajeron un buen informe acerca de la tierra de promisión, y animaron al pueblo a que subiera y la poseyera en nombre del Señor.(foto. Caleb con su ejercito).


Caleb le recordó ahora a Josué la promesa que se le hizo entonces como galardón por su fidelidad: "¡Ciertamente la tierra en que ha pisado tu pie ha de ser herencia tuya y de tus hijos para siempre! por cuanto has seguido cumplidamente a Jehová mi Dios". Por consiguiente solicitó que se le diera Hebrón como su posesión. . .

Lo que pedía le fue otorgado inmediatamente. A ningún otro podía confiarse con más seguridad la conquista de esa fortaleza de gigantes. . . La fe de Caleb era en esa época la misma que tenía cuando su testimonio contradijo el informe desfavorable de los espías.

El había creído en la promesa de Dios, de que podría su pueblo en
posesión de la tierra de Canaán, y en esto había seguido fielmente al Señor. Había sobrellevado con su pueblo la larga peregrinación por el desierto, y compartido las desilusiones y las cargas de los culpables; no obstante, no se dejó de esto, sino que ensalzó la misericordia de Dios que le había guardado en el desierto cuando sus hermanos eran eliminados. . .
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El valiente y viejo guerrero deseaba dar al pueblo un ejemplo que honrara a Dios, y alentar a las tribus para que subyugaran completamente la tierra que sus padres habían considerado inconquistable.

Caleb obtuvo la heredad que su corazón había anhelado durante cuarenta años, y confiando en que Dios le acompañaba, "echo de allí tres hijos de Anac". . .

Los cobardes rebeldes habían perecido en el desierto; pero los espías íntegros comieron las uvas de Escol. A cada uno se le dio de acuerdo s su fe. Los incrédulos habían visto sus temores cumplidos. No obstante la promesa de Dios, había dicho que era posible heredad la tierra de Canaán, y no la poseyeron.(foto. Tierra de gigantes).

Pero los que confiaron en Dios y no consideraron tanto las difilcultades que se habían de encontrar con la fuerza de su Ayudador todopoderoso, entraron en la buena tierra (P-Profetas, pág. 546-549).

G. W.

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