domingo, 6 de marzo de 2011

EL ESPÍRITU DE DIOS HABLA.

Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. Mat. 10:20.

¿Le ocurrió a usted alguna vez que cuando hablaba, su interlocutor le dijo que no le creía a usted? Es desconcertante, ¿verdad? Estaba visitando a mi familiares en Glasgow. En la estación de ferrocarril decidí hacerme lustra los zapatos, así que subí a la silla de del zapatero. El limpiabotas, un simpático muchacho escocés me dijo: "Usted es norteamericano, ¿no es cierto?"

-¿Qué te hace pensar que lo soy? -pregunté.- Sus calcetines -contestó -. Sólo los americanos usan esa clase de calcetines. Y su traje no está hecho en Escocia. -¿Que dirías si yo te dijera que yo soy escocés y que nací justamente en esta ciudad?

-No me lo creería-me dijo. Hablando en el cerrado dialecto escocés le pregunté si ahora no podía darse cuenta por mi forma de hablar de que yo era escocés. -No me engaña-dijo-. Usted es tan sólo un buen actor. Nada de lo que decía puedo convencerlo de lo contrario. En el caso de Pedro, su hablar lo delató. Evidentemente mis palabras no me dejaron.
¿Se qué
¿Y nuestro lenguaje de cada día? ¿De qué hablamos nosotros? ¿Y como vivimos? ¿Hablamos el lenguaje del cielo y vivimos la vida del mundo? El contexto de nuestro pasaje dice que vendará el día cuando lo que digamos significara vida o muerte para nosotros. El ser un buen actor no será suficiente.

En esa ocasión será el Espíritu de Dios el que hablará en nosotros
. Será el lenguaje del cielo, unido a una vida piadosa en la tierra, lo que nos dará la seguridad de estar a salvo en el cielo. Dios nos ha hecho entrar en un pacto con el cielo. Mediante ese pacto nos ha asegurado que todo lo que hagamos por él tendrá éxito.

En el Pentecostés Dios tenía un mensaje para los judíos proveniente de muchas naciones. Tenía sus mensajeros. Lamentablemente éstos sólo sabían expresarse en el idioma local de su país, el hebreo. Dios les dio el don de lenguas. Su Espíritu hablará el lenguaje del cielo a través de nosotros cuando guardemos el pacto.

G. L. Barclay



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