jueves, 12 de agosto de 2021

NO TE ALEJES DE DIOS.

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O a dónde huiré de tu presencia? Si subiere al cielo, allí estás tú; y si en el infierno hiciere mi lecho, he aquí allí tú estás. Salmo 139:7-8.

El hombre nunca está solo. A lo largo de nuestra vida Dios está con nosotros bien si lo escogemos o no. Y si estamos en la tumba, en el día de la resurrección él nos resucitará. 

No importa lo que los seres humanos hagan, Dios siempre está dispuesto para ayudarnos. Todas nuestras palabras y acciones están anotadas o registradas en los libros de los cielos. 

Una gran mayoría del ser humano, no creen en Dios. Y en aquel día cuando sea llamado a juicio, será demasiado tarde. Nada de lo se dice, hace o piensa puede escapar de su mirada infinita. 

Esto es parte de la lastimosa tragedia humana, como diría Homero. 

Lo cierto es que hay almas que están abiertas de par en par y anhela que el cielo llene sus vidas, paro los problemas son tales que llegan a ancianos y están inválidos de llevar tantas cargas en esta vida, y se olvida de Dios. 

Pero conscientemente o no, el término medio de los individuos se alejan de Dios. Si consideramos esto, y si amamos a Dios, y hablamos de las cosas que ha hecho en nuestra vida, nuestro Dios será alabado. 

¿No lo hacemos así cuando amamos a un ser querido o a un amigo? Hoy se niega a Dios, otros pasan olímpicamente y lo ignoran, y otros lo alaban porque es su Dios y han visto su poder transformador en el. 

Creéis que vuestra palabras no son escuchadas, las que salen de vuestra mente, pero son captadas por el Gobernante del Universo. El lee la ira interior del alma cuando la voluntad es contrariada.

 Escucha a Adán y Eva, en el huerto. Desde entonces contaron con su ayuda. Recuerdo una experiencia que me ocurrió estando en Francia, cerca de Ginebra. 

En el trabajo el cual se hacía gallineros para Suecia. Había un hombre que en cada minuto blasfemaba el nombre de Dios cuarenta veces. Cuando me retiraba a mi dormitorio, mi subconsciente repetía las viles blasfemias. 

Me despertaba a las cuatro de la mañana para orar y me quedaba tranquilo. Pero llegó un día donde la paciencia y la indignación llegó a su límite. 

El martillo que tenía pesaba un kilos aproximadamente.         
(foto de Amazon)

Le advertir que no blasfemare el nombre de mi Dios, fue décima de segundos, cuando lance el martillo a la cabeza de el. 

Vi como el martillo se desplazaba hacia la izquierda. Sentí en mi interior como alguien lo desplazaba                                                     

El dueño de la empresa, ateo por convicción, me dijo que alguien había desplazado el martillo. Dios siempre contesta las oraciones. 

Ese hombre fue trasladado a otro lugar. Desde aquel día mis sueños eran más tranquilos. Esta familia atea, glorifico a Dios, pues ellos estaban más tranquilos con este hombre fuera del pueblo.

MARANATA.

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