Aunque apóstol Pablo escribiese este verso en el primer siglo, aun tienen validez en nuestro siglo.
Pablo ha hablado sobre todos los temas, incluso las profecías, las lenguas y otros dones del Espíritu, y dejarán de tener valor o terminarán; pero las tres virtudes básicas de la vida del cristiano no dejará de ser; son permanentes.
Por lo tanto, se exhorta al cristiano a concentrarse en ellas. Esta fe no es el don espiritual conocido como fe (ver cap. 12:9), sino la experiencia cristiana de Hebreos 11 (cf. como Romanos 4:3).
La cual debe ser eterno valor, porque será un elemento esencial de vida armoniosa en la tierra nueva.
Si Pablo escribió esta obra maestra en su época donde el amor era una quimera. ¿Tendrá validez en nuestro siglo, donde el ateísmo y la frialdad del hombre hacia Dios es mayor que la época de Pablo? ¡Pues sí!
Pablo no solamente habla para su época, sino para la posteridad de la humanidad.
La esperanza que es el deseo de algo y la expectativa de obtenerlo, será, por si misma naturaleza, una parte de la vida en el cielo, donde siempre habrá nuevas áreas para que los hombres y mujeres redimidos de Dios investiguen nuevos motivos de deleite para disfrutar (ver 1º Cor. 2:9; Ed.295-296).
Es por eso que nuestra transformación debe de empezar en esta tierra, para poder alcanzar la futura. Una de las cosas más importante para el cristiano es el amor.
Cuando se comprende que de todas las cualidades del carácter, la inspiración usa el amor para describir la misma naturaleza de Dios.
Sin embargo, el amor es lo más grande. No hay nada que valga la pena en este mundo, si no tienes amor de nada te sirve el conocimiento.
Un verdadero conocimiento sin amor no vale nada. El amor con forma de vida es más eficaz, más victorioso, mas satisfactorio que las posesiones y las prácticas de los diversos dones del Espíritu enumerados en el capítulo 12, y 1º Cor.12:31.
El amor a Dios y a nuestro prójimo es la expresión máxima de la armonía con Dios. (Ver Mat. 22:37-40 8T 139). Ninguna ciencia, o organización, padre o madre, pueda sustituir al amor de Dios.
El amor manifestado en la vida del creyente es la gran prueba de la sinceridad del cristiano.
MARANATA.
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