Desde los albores de la historia, cuando el hombre comenzó a reflexionar, se empeño en comprender a Dios. Muchos eruditos han tratado de comprender a Dios, oh definir quien es Él y que es Él.
Los filósofos han escrito volúmenes de libros con el afán de perfilar al Ser Supremo.
(Torre inclinada de Zaragoza)
Sin embargo, a pesar de lo que ha sido pensado, dicho y escrito en esta materia tan delicada, sentimos que todas las explicaciones no son satisfactorias.
Esto se debe a la naturaleza del problema que no es compresible plenamente para la sola inteligencia humana. Hay límites para nuestras compresión.
Como tampoco podemos comprender nuestro universo, Dios ha puestos ciertos límites al hombre. El propósito de Satanás es hacer pequeños dioses a los hombres, pero estos es cada vez más notorio en el hombre.
“Ser igual a Dios” esa es su meta. Hay un pensamiento expresado en el libro de Job, donde uno de sus amigos le pregunta: ¿Puedes tú descubrir las cosas recónditas de Dios?
¿Puedes, a lo sumo, llegar a conocer al Todopoderoso? Ello es alto como el cielo, ¿qué podrás saber? Job. 11:7-9 (versión R. Valera 1890).
Bien conocía ese oriental la fábula del sabio que en vano había meditado sobre la pregunta: “¿Qué es Dios?”, y un día, paseando a orillas del mar, observó el juego de unos niños que cavaban un hoyo en la arena y lo llenaban con agua del mar que infatigablemente acarreaban en sus baldes de agua de juguete.
Preguntó el sabio: “¿Qué estáis haciendo?” Con la inocencia los niños le contestaron: “Queremos vaciar el amar”, fue la respuesta de los niños
“Necios” exclamó con una sonrisa. . . pero de pronto la sonrisa trocarse en una reflexión. “¿No soy yo el mismo necio?” ¿No trato yo también, con mi espíritu limitado, entender la naturaleza infinita de Dios?”
El salmista dice: “ En hacer tu voluntad oh Dios me a agradado”. Dios cada día nos bendice, nos alimenta y nos cuida.
El hombre es el culpable de lo que le ocurre, no es Dios. (El Pilar de Zaragoza)
Cuando lo abandonamos, vemos que el dios de este mundo nos causa todos los problemas. El dueño de nuestras vidas a cuyos mandamientos debemos obediencia, el juez de nuestras acciones tenemos que rendirle cuenta en aquel día.
El Rector de nuestro destino en quien confiamos en todo momento de nuestra existencia, es inescrutable.
Sin embargo en su gran misericordia Dios procura siempre instruir a los hombres limitados para que puedan ejercer fe en él y que puedan confiar en él. Cada gota de lluvia o copo de nieve, cada brizna de hierba, cada hoja de flor testifican de Dios.
MARANATA.
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