martes, 12 de noviembre de 2019

LA FE Y LA SANIDAD.


Y Jesús les dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Y al instante el padre del mucho, clamando con lagrimas, dijo: Señor, creo, ayuda mi incredulidad. Marcos 9:23-24.
Cristo estaba en el monte de la transfiguración con sus discípulos, estos estaban turbados por los acontecimientos. 

Poco después la multitud se agolpaba, y Jesús reprendiendo al espíritu inmundo. El hombre no abría ido a Jesús si no tuviese fe. 

Este hombre llevo a Jesús a su único hijo a los pies de Jesús. Este hijo estaba atormentado por los espíritus malo. Este hombre llevo a su hijo a médicos especialista en la materia. Pero no obtuvieron éxito. 

La esperanza de este hombre desesperado era Jesús al cual el había escuchado, ejercitó cierta fe. Los rodeaban una excitación y una multitud junto a los escribas y fariseos y les dirigía preguntas desconcertantes. 

El Maestro llegó a la escena con Pedro, Santiago y Juan. El padre dirigiéndose a Jesús le hizo una angustiosa pregunta con humildad y súplica a Jesus en la que describió los síntomas de su hijo. 

 Es muy difícil tratar este tema, porque a los apóstoles les paso un caso muy similar y no pudieron resolver. El padre con dolor dio a esta exhortación divina una de las más conmovedoras respuestas: “Creo; ayuda mi incredulidad”. 

Cuantas veces tenemos que ir a Jesús con humildad, reconociendo nuestra incapacidad y nuestra poca fe. Jesús lee los corazones, sabia que este hombre era sincero y obro en consecuencia. 

Restableció a su hijo, ante la vista de los fariseos y la gran multitud. ¿Que lección podemos sacar de este episodio? Vivimos en el siglo XXI, llenos de temores, y ejercemos poca fe. 

Satanás a ideado métodos para controlar la mente humana mas concorde con la cultura contemporánea. Pero la gran verdad es que los hijos de Dios ejercen poca fe, y Dios no puede obrar verdaderos milagros en su pueblo. 

Pero aún hay esperanza para el creyente, porque la gran verdad aún permanece: todas las cosas son posibles para los que se acercan a Dios con humildad. 

Los hombres y mujeres aun pueden elevar esta oración sincera: “Creo; ayuda mi incredulidad”. 
Llamen los que desean las bendiciones d Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad, diciendo: 

“Tu, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el qué busca halla; y al que llama, se le abrirá”.(D.M.J, 107-108). 

La fe es un rayo de luz que disipas las tinieblas de las dudas. La fe no es creer a despecho de la evidencia.Es la confianza a pesar del temor. “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1º Juan 5:4).
MARANATA.
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