viernes, 20 de enero de 2017

AGUA FRÍA Y BUENAS NUEVAS.


Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas
nuevas de lejanas tierras. Prov. 25:25.
En medio del desierto había un pequeño hotel, en mita del desierto con una temperatura entre 43º grados y 57º grados, en la sombra. 

El ventilador del techo era tan alto que el aire no llegaba al suelo. El hombre que nos atendía nos ofreció un vaso de agua fresca para apagar nuestra sed. No había radio ni TV. Este Hotel solo tenia unas diez habitaciones, los camellos estaban a la parte de atrás. 

En el desierto el agua es la vida, sin ella el hombre moriría. Estas condiciones hace resaltar el significado de nuestro texto. En el desierto te encuentras con otros aventureros que en aquella época no tenían ni idea por donde andar. 

A lo largo del viaje nos encontramos a personas que no tienen comida ni agua y que van caminando hasta el pueblo más cercano a unos 100Km. Hay experiencias que jamás se olvidan. Nuestro mundo es un desierto donde las dunas se convierte en trampas mortales, como el pecado. 

Las grandes ciudades, las comodidades, y con agua abundante. 

 Demasiado a menudo, sin embargo, hay escasez de otras clase de agua: el agua de la vida. En las casa del desierto algunos tienen un tanque para cuando llueve recogen el agua. 

Otros tienen un pozo y cuando llueve lo abren y recogen el preciosos liquido. En el desierto del pecado nosotros somos los pozos de Dios. El nos ha dado la responsabilidad de llevar el agua de vida a las almas sedientas. Hay una gran reserva abundante de agua. Nunca se acaba. 

Recuerdo que entrando por pasillo que no tendría más 50 cent. Llegamos a una sala donde se hacia una fiesta, y debajo de mis pies había un pozo donde se almacenaba el agua de la ciudad, que alimentaban a tres mil persona cada día. Su agua era fresca suave en esa Kasbah. 

Así debe ser el agua fresca para el sediento que tiene sed de la palabra de Dios, y nosotros somos la cisternas que usa Dios para dar de beber al sediento.  

El Evangelio que Dios nos a dado, y que todos emos bebido de ese agua. Ahora ha llegado el momento, que podamos compartir de esta agua en abundancia. 

La invitación de Dios de beber esta agua está registrada en Isaias 55:1. “A todos los sedientos: Venid a las aguas”. “Porque yo derramaré agua sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tu renuevo” (Isa, 44:3).
Maranata
Luis Jose de Madariaga. 
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