martes, 7 de enero de 2014

LAS LINIAS DIVISORIAS DE DIOS

 Lealtad.
De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y asi enseñare a los hombres, muy pequeños será llamado en el reino de los cielos: más cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos. (Mateo 5:19).

Lo cierto que este mensaje de Cristo a los hombres ha dividido a la humanidad en dos clases:  los pequeños y los grandes, según la actitud asumida hacia los principios básicos de su reino.  Estos principios se expresan, por su puesto en sus mandamientos.
Es así como en el Sermón del Monte Jesús declaró la perpetuidad de su ley expuesta en exodo 20. 

Su advenimiento no significó su destrucción sino su cumplimiento.  De hecho, sería más fácil que el cielo y la tierra pasaran antes que una jota o un tilde desaparecieran de la carta constitucional de su gobierno.  Jesús vivió y murió para sostener estos principios básicos; por lo tanto, cualquiera que quebrante una parte de estos mandamientos es considerado por el cielo como la última de todas las criaturas del universo.

Es doblemente así porque esa actitud incita a otros a la transgresión.  Cualquiera que se ocupa  en el mezquino oficio de destruir los principios del reino  de Dios es realmente un pigmeo. (sin ofender a nadie)
Por otra parte, el que practica y enseña fielmente los preceptos divinos, es proclamado como grande en toda la gran inmensa creación.  La medida de la grandeza celestial coloca al hacedor y enseñador de la verdad en la parte más elevada de la jerarquía universal.

La palabra de Jesús implican que una persona grande debe ser capaz de ponerse de parte de la verdad aun cuando esté sola y aun cuando se desplome los cielos.  La palabra de Dios ordena:  "No seguras a los muchos para mal hacer" (Exo. 23:2). La senda ancha está colmada de viajeros, mientras que son pocos los que transitan por el camino recto y angosto.

Hace unos cincuenta años en un lugar frió de la mancha, me toco escoltar a unos soldados que estaban presos por ser fieles a sus ideas religiosas.  Las ordenes de mis superiores eran muy claras y precisas, si intentan escapar hagan fuego. Recuerdo que me miraban con un amor que yo entonces no comprendía, ¡que fidelidad a su Dios! 

Se que hoy día hay hombres y mujeres que son fieles a sus principios, y que están dispuestos a morir por guardar la ley de su Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario