martes, 24 de abril de 2012

DOMINIO PROPIO.

Y por esto procuro siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Hech. 24: 16.

La fuerza del carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio.  Muchos jóvenes consideran equivocadamente la pasión fuerte y sin control como fuerza de carácter; pero la verdad es que el que es dominado por sus pasiones es un hombre débil.

La verdadera grandeza y nobleza del hombre se mide por su poder de subyugar sus sentimientos, y no por el poder que tiene sus sentimientos de suyugarle a él. (foto. Juan II tuvo un carácte muy violento)

 El hombre más fuerte es aquel que, aunque  sensible al maltrato, refrena sin embargo la pasión y perdona a sus enemigos.- CN 147,148.

Nunca deberíamos perder el dominio de nosotros mismos.  Mantengamos siempre delante de nosotros el Modelo perfecto.  Es un pecado hablar con impaciencia o mal humor, o sentir ira- aun cuando no hablemos.


Debemos trabajar dignamente, y representar correctamente a Cristo,  Hablar palabras airadas es como golpear un pedernal: contra otra otro pedernal: inmediatamente surge la s chispas de los sentimientos airados. (foto. J. Bates domino su carácte cuando empezo a estudiar la Biblia).


Nunca seaís como el capullo de la castaña.  En el hogar, no uséis palabras ásperas e hirientes.  Deberíais invitar al Huésped celestial a acudir a vuestro hogar, y al mismo tiempo hacer lo posible para que él y los ángeles celestiales moren en vosotros.


Deberíais recibir la justicia de Cristo, la santificación del Espíritu de Dios, la belleza de la santidad, a fin de revelar la luz de la vida a los que están junto a vosotros. . . 

Un conocido emperador dijo en su lecho de muerte:  "Entre todas mis victorias, hay una sola que me proporciona gran consuelo en este momento, y es la victorias que he logrado sobre mi propio temperamento turbulento". (foto. Los que estén con Cristo habrán perfeccionado su carácter).


Alejandro y César encontraron más fácil subyugar al mundo que someterse a sí mismos.  Después de vencer a una nación tras otra, cayeron-uno de ellos "víctima de la intemperancia, el otro de una loca ambición".-CN 87, 88.



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