NADIE SE PONDRÁ ESCONDER.

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Ya dónde huiré de tu presencia?. . . Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Salmo 139: 7, 9, 10.

Una de las cosas que más me fascina de la Biblia, es que nunca se ha equivocado. Los hombre en su gran mayoría tiene una vaga imagen o nula de las verdades que Dios dice. 

Todos en su gran mayoría dicen que creen en Dios. Pero esto es falso, pues si verdaderamente creyesen en Dios, estarían obedeciendo lo que Él dice en su palabra. 

El Señor escudriña lo más profundo de nuestro corazón y sabe nuestras intenciones. Conocí en Francia a una familia atea, no creía en nada, su vida pasaba como la corriente de un río. 

Pero Dios le dio suficiente evidencias de que Dios existía. Durante tres meses dos personas una creyente y la otra que decía ser cristiano. 

Ambos eran cristianos, mientras que una adoraba a Dios, el otro lo maldecía las 24 horas al día. El dueño de la fábrica vio la gran diferencia entre ambos. 

Uno se apoyaba bajo las alas de su Dios, el otro estaba dirigido por Satanás. Sólo Dios sabrá el resultado de esa batalla. Pero nadie se puede esconder de la mirada de un Dios justo. 

Nadie se puede escapar de la mirada del Espíritu de Dios, creo que no hay lugar en el vasto universo donde no se sienta la presencia del Espíritu de Dios.

Todo lo escudriña, y está atento al clamor del hombre que lo necesite. No importa la condición social, no deja a un alma que clama a Dios. 

Tenemos ejemplos en la Palabra de Dios, como el de Jonás. El trato de huir comprando un pasaje para Tarsis. 

Pablo procuró evadirse de las molestias de una conciencia culpable manifestando un celo frenético contra los discípulos de Jesús. 

Hoy en nuestro siglo, muchos quieren escapar de su culpabilidad, y dan rienda suelta a sus pasiones. 

Movidos por una conciencia culpable trata de escapar de aquello que nadie puede escapar. 

Cuando nos damos cuenta que no podemos escapar del Espíritu de Dios, y reconocemos nuestra necesidad de su ayuda, entonces se manifiesta en todo su esplendor. 

La paz y el perdón llega de su mano. El salmista sabía que no podría escapar de su presencia. 

Y la poderosa “diestra” de Dios acompaña a sus hijo y le da la paz que tanto necesita. 

La obra del Espíritu Santo sigue durante toda nuestra vida. Esta es la gran bendición que Dios concede al hombre, en estar en armonía con Dios por medio del Espíritu Santo.

MARANATA.

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