¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.Sal. 19:12.
Hace ya muchos años, cuando cursaba mi primer año de teología en Valencia, en unas de las clases, el pastor Tejel dijo: “Todos somos mucho peores de lo que pensamos que somos”.
Muchos cristianos piensan que son mejores que otros hombres, porque ellos no cometen los pecados que los hombres del mundo cometen.
El gran error del cristiano es este, pensar que es más santo que los de más. El decía: No hay santo ni uno, y agregaba, no conocemos nuestro“yo interior”.
Todos ser humano “erramos inadvertidamente”. En vista de las exigencias de la ley de Dios, podemos cometer muchos errores de los cuales no nos damos cuenta. ¿Era verdad?
¿Era yo oh tú peor de lo que pensábamos? El Pastor Tejel tenía razón. Podemos cometer muchos errores de los cuales no nos damos cuenta.
Salomón los llamaba errores “ocultos” Dios a través de su palabra, nos revela nuestra conducta, y la manera de resolverla. En el Salmo 139: 23, 24;
El Señor escudriña la mente de todo ser humano (Jer. 17:10), es el único que conoce lo que hay en la mente del hombre. Muchas veces las personas ignora su verdadera condición.
Aun tú o yo, no tenemos la palabra en nuestro corazón y el Señor ya la sabe. Dicen que en cada ser humano hay tres personalidades diferentes.
Lo que otros piensa de nosotros; la que pensamos que somos; y la que somos realmente. El salmista sabía esto, y recurre a Dios en ayuda.
El salmista ve sus propias necesidades, y se dirige a Dios. Ve la mirada de un Dios misericordioso, en quien puede confiar.
Solo Dios conoce nuestros pensamientos más íntimos, y puede guiarnos con seguridad en nuestra vida.
El salmista ve una lucha interna, entre el hombre que quiere hacer la voluntad de Dios, y el hombre que quiere seguir su propio ego.
Cada hijo de Dios, debe de escoger el camino que lo lleve a la salvación oh a la condenación.El depender de Dios como lo hizo el salmista, es poner nuestra vida en el mejor Guía infalible.
Cristo puede fortalecer nuestro carácter; nuestra sensibilidad; y oculta nuestros fracasos y defectos.
Entonces nuestro carácter brillará como brilla las estrellas, y el ser humano verá en nosotros la obra de Dios.
Sólo Dios sabe la clase de personas que somos realmente, y sólo su Espíritu puede abrir nuestros ojos para que nos veamos a nosotros mismos y llevarnos ante la gracia del Padre.
MARANATA.
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