Desde que creyente una de las cosas que más se grabo en mi mente fue la entrada a la Nueva Jerusalén. Entrar por la puerta y ver la Santa ciudad.
Hay muchos cristianos, en este mundo que no creen en la promesa dada a Juan sobre la Nueva Jerusalén. Esta promesa es para todos aquellos que responda al llamado del Maestro.
Esta es la séptima bienaventuranza, para los fieles que están descansando en el Señor y para los que vivan antes de su Venida.
Todos los cristianos sinceros y hijos de Dios, tienen “que lavar sus ropas”, o “sus vestiduras” Oh “guardar sus mandamientos”.
El tiempo que nos es concedido al hombre, es desde que nace hasta que su espíritu lo abandona.
Recuerdo en una anécdota que leí: Una mujer mayor tuvo un sueño en el que Cristo estaba en la tierra, vio la gran ciudad reluciente y hermosa en gran manera.
El ángel se le acercó y le comunicó que era demasiado tarde, que ella había tenido su oportunidad y la había despreciado. La mujer se despertó de ese sueño.
La pregunta que se planteó los asistente a esa conferencia fue: ¿Fue un sueño? ¿fue una advertencia? ?.
Los ángeles son comisionados por Dios, para ayudar a sus hijos y advertirles de los riesgos que hay si lo abandonan.
Tenemos muchos ejemplos en la Palabra de Dios.
Nuestro derecho a entrar en el cielo se debe a la justicia de Cristo que se nos da sin merecerla; y nuestra idoneidad para el cielo, es el resultado de la justicia que se nos imparte a medida que seguimos sus pasos.
Esta justicia está simbolizada por las ropas lavadas y emblanquecidas. Esa justicia que imparte Cristo es el cumplimiento perfecto de los mandamientos de Dios.
Los que tengan derecho de entrar por la puerta de la ciudad, habrán lavado sus ropas, y guardando sus mandamientos.Habrán sido limpiados de todos sus pecados por la sangre del Cordero.
El privilegio y la libertad de los santos será participar del árbol de la vida y gozar de la inmortalidad con Jesucristo.
Es un privilegio entrar a la Santa Jerusalén y contemplar la santa ciudad.
Amigos, debemos ser puros con la pureza de Jesús aquí en la tierra. Sólo podemos llevar nuestro carácter, no habrá envidias, y un largo etc.
Ayudados por su poder invencible, debemos observar la ley de la libertad, si queremos estar con la gran muchedumbre que cruzara la puerta de la ciudad. Esta es una decisión individual y intransferible.
MARANATA.
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