EL PRINCIPIO Y EL FINAL DE UNA DESCENDENCIA.

Y esto fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. . . Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo Génesis. 7-8.

Una de las cosas que Abraham aprendió en su vida, es contar con la ayuda de Dios. En su gran misericordia el Señor lo instruyó y le dio sabiduría para hacer las cosas bien. 

Al igual que a sus hijos, si estos se la piden, para encaminar sus vidas en el temor de Dios. En toda las familias que son grandes en hijos, siempre hay conflictos no muy pequeños. 

Abraham lo sabía bien, así que con prudencia envió a sus hijos lejos hacia el oriente. 

Como es costumbre le dio buena dote, en siervos y en ganado. Así deja paso para dar su herencia a Isaac el primogénito. No hay cosa peor que las contiendas en una familia numerosa. 

No hay mucha diferencia hoy día en una familia cristiana. Uno dice una cosa otros dicen otra, y los problemas se acrecienta. 

Y un ejemplo fue los discípulos de Jesús, todos querían ser el primero y ocupar los primeros puestos. 

Desde Abraham hasta Jesús, vemos cantidad de conflictos entre el pueblo de Dios, unos más grandes y otros más pequeños. 

La herencia que dejó Abraham a Isaac, fue una herencia espiritual, que a través de los siglos se ha manifestado en su pueblo. La lealtad a Dios es la base de su pueblo. 

Y cuando este falla, las consecuencias son fatales.Es una lección que su pueblo debe de aprender, y me remito a la historia de su pueblo. 

Dios honró a Isaac como heredero de Abraham y le repitió la promesa y las bendiciones otorgadas a Abraham. 

Y a través de los siglos, esas promesas han pasado a su pueblo que guarda su pacto y su ley. 

Como pueblo de Dios debemos mirar a la promesa concedida a Abraham y a Isaac, ya que somos hijos de la promesa (Gál. 4:8). 

Y si somos hijo de la promesa, debemos “ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, porque Dioses el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad”. 

Isaac comprendió bien esto, el hacer la voluntad de Dios, es lo más importante de nuestra vida. 

Isaac descanso en armonía con los principios de Dios, en presencia de todos sus hermanos. 

La lealtad a Dios, es la base del cristiano, si fracasamos en ella las consecuencias están escritas en la historia de Israel. 

Debemos defender nuestra posición ante las avalanchas que sobrevendrá a su pueblo. 

Abraham miró por fe al que tenía el poder de la vida. Así nosotros los que guardamos su ley, debemos mirar las promesas que esta escritas para nosotros. 1º Tes. 4:14-18.

MARANATA.

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