A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. Isaías 55:1
Este texto está dirigidos aquellas personas que tienen sed de comprender mejor la voluntad y los caminos de Dios, y de obtener la gracia de estar en paz con él. Apoc. 21:6.
Lo que Dios había prometido por medio de sus santos profetas y su pueblo justo había anticipado con ansiosa expectativas, se cumplirá y no tardará.
Esta visión se le dió a Juan en visión. Esta visión era una garantía de la realización final y que está a las puertas mismas.
A Isaías se le anunció que todo los que quisieran podría comprar sin dinero. ¿Cómo es esto?
¡Comprar sin dinero! Si, El verdadero creyente no tiene deseos de acumular bienes en este mundo ni riquezas, pues a donde va no se llevara nada.
La verdaderas riquezas son las riquezas espirituales. El cristiano nominal, no cree en esto, porque en el no hay fe. Esta tierra es un lugar de preparación para el cielo.
Las verdaderas riquezas son las que da Dios aquellos que lo deseen, Cristo es el manantial de agua viva, esta es la promesa de la inmortalidad.
En esta tierra sólo encontramos helados vientos de aflicción que soplan sobre los hijos de Dios.
Nos asalta las olas de la angustia, pero en un corto periodo de tiempo, Cristo aparecerá como un radiante sol de justicia, para dar de beber al sediento y descanso al afligido.
Los hijos de Dios veneran del manantial que fluye del árbol de la vida, donde no existirá más la muerte ni el dolor.
Todos podemos tener acceso a esta fuente, y esta fuente es la palabra de Dios. Todos tenemos acceso al conocimiento que ella imparte.
El rechazarla sería no tener acceso a la vida eterna. El cristiano vive una vida victoriosa por el poder que le otorga el Espíritu Santo.
Podemos cometer errores, pero en su vida normal presenta un cuadro de crecimiento espiritual. ¿Porque? Por qué ha bebido del manantial de la vida. Isaías nos insta que podemos comprar sin dinero, el reconoce su necesidad (Mat.5:3).
Reconoce que no tiene méritos propios para ofrecer a Dios el pago del precioso don de la salvación.
Sin embargo, Dios invita a todas las clases de personas, a venir a él, a pesar de su pobreza espiritual.
Pues el precio de nuestra salvación ha sido pagado por el Salvador. En nosotros está la respuesta. No olvidemos que el pecador es salvado por la gracia y la fe en Jesucristo. Recibamos pues ese agua gratuita que nos ofrece hoy Cristo Jesús.
MATUTINA
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