Y aconteció que estaba Él orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de los discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseño a sus discípulos. Lucas 11:1.
Lucas sigue la secuencia cronológica, y esto ocurrió poco después de la visita a Betania (cap. 10:38-42).
Este suceso esta relacionado con la visita a Jerusalén para asistir a la fiesta de la dedicación, cuando se intentó apedrearlo (DTG. 436.ver Luc.17:1; Juan 10:22,31,33).
Es posible que este hecho ocurriese por la mañana, pues era la ora del día cuando Jesús solía orar.
Tomás Carlyle escribió en cierta ocasión: “La oración es y sigue siendo el impulso natural y más profundo del alma humana”.
Todos los esfuerzos del ministerio será vanidad o peor que vanidad si no tiene unción del Espíritu.
La unción debe bajar del cielo y esparcirse como un perfume dando sabor, sensibilidad y forma a su ministerio; y entre los otros medios de preparación para su cargo, la Biblia y la oración debe tener el primer lugar, y también debemos terminar nuestro trabajo con la palabra de Dios y la oración. (R. Cecil).
La oración es el alma del cristiano, es el aliento, es la antesala para comunicarnos con nuestro Dios. La oración está más allá de nosotros. Es necesario que la comunión con Cristo sea una comunión creciente.
Siempre encontramos cortinas por descorrer, que antes no eran visibles, y nuevos pliegues de amor en él. Desespero de llegar a la total compresión de ese amor.
La oración no es una formula mágica, tiene su disciplina y sus leyes. Los discípulos de Cristo reconocieron este hecho y rogaron al Maestro que les enseñara cómo orar.
Lo veían levantarse temprano muy de mañana, para orar. Esta fué una experiencia diaria del Maestro. El no limitó la oración a los momentos de lucha o de peligro, y tampoco debemos hacerlo nosotros.
¡Cuán a menudo nos vemos inclinados a recurrir a la oración sólo cuando el dolor o la pobreza nos oprime sin misericordia!
La oración llega entonces a ser similar a la huída de un incendio, a un bote salvavidas, o a un aterrizaje forzado.
La oración sincera será acompañada por una ejemplificación diaria de las virtudes de la vida cristiana. La oración y el progreso espiritual van de la mano.
La mejor y más grande ofrenda es una ofrenda de oración. Si los cristianos de este siglo aprendieran bien la lección de la oración y usaran ampliamente de su poder, Cristo ya habría venido.
“Orar sin cesar” no es una orden, es una necesidad para el creyente.
Es una llamada de trompeta para que todos unidos de la manos de Cristo vallamos a proclamar el último mensaje de salvación.
La tierra manchada por el pecado y el cielo eclipsado por la iniquidad bajo el poder de un ministerio de oración.
MARANATA.
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