domingo, 10 de mayo de 2020

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Harto habéis rodeado este monte; volveos al aquilón Deut. 2:3
Israel había pasado en el desierto 39 años de peregrinación por el desierto. Y volvieron hacia el Sur, hacia la orilla del mar Rojo. 
Y se dirigieron por las montañas donde habitaban los Edomitas, el cual es el monte de Seir. Se conoce con este nombre la región montañosa ubicada entre el mar Muerto y el golfo de  Áqaba llamado el mar rojo. ( Gén.14:6; 36:8-9). 

Salomón construyo navíos en Ezión-geber, que estaba junto a la ciudad de Elat en la tierra del mar Rojo, en la tierra de Edom (1º Reyes 9:26; 2º Crón. 8:17). 

Quiero dejar claro, que Israel estaba en la zona de Arabia, que es donde esta el monte Sinaí. Y que había pasado a tierras de Edom. 

El pueblo de Israel pasaron en el desierto entre 38 y 39 años por su rebeldía. 

Desde la pascua celebrada en Egipto hasta la pascua celebrada en Gilgal en Canaán pasaron 40 años. 

Las promesas que da Dios son firmes, y esa tierra era de los descendientes de Esau. Es muy difícil leer entre lineas, lo que Dios dice a Moisés. 

Lo cierto es que los Israelitas conducidos por Moisés, habían llegado a las montañas de Seir, donde asentaron su campamento. No sabemos el tiempo que estuvieron asentados, pero si sabemos que estaban inquietos. 

Muchos del pueblo no querían pasar, querían asentarse en vez de seguir avanzando. La inercia es algo contra lo cual todos necesitamos luchar. 

Todos nos sentimos inclinados a seguir los hábitos de ayer y las costumbres del pasado, en lugar de abrimos caminos. Creo que el pueblo de Dios, esta siguiendo los pasos del Israel antiguo. 

Queremos asentarnos en la tierra del amorreo, y en tierra de los de Edom, y o podemos ver la tierra de la Canaán Celestial. Es humano hacerlo. 

Es siempre más atractivo soñar con los encantos del año pasado que enfrentar el mañana valerosamente con el deseo de ver la segunda Venida de Cristo. 

No obstante, la historia nos enseña que nada conduce más al fracaso de una nación o individuo que el éxito temporal. Una gran mayoría del pueblo de Dios cree equivocadamente que si no crecemos no importa mucho. 

Pensamos que en tanto quedemos en el mismo nivel y nos sostengamos a flote, andaremos muy bien. 

Pero en realidad retrocedemos; porque en la vida espiritual siempre nos movemos, ya sea hacia adelante o hacia atrás. 
Puede parecer que la vida se detiene, pero no es así. Hay una leyenda que dice: “No soy lo que debiera ser, no soy lo que voy a ser, sin embargo no soy lo que fui”. Todos podemos crecer hasta la estatura de Jesús. “Anímate y crece”.
MARANATA.
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