miércoles, 23 de octubre de 2019

LO QUE TENGAS QUE HACER, HAZLO.


No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día. Prov. 27:1
Ni este pasaje ni la advertencia de nuestro Salvador contra la preocupación (Mat. 6:34) tiene el propósito de enseñarnos a descuidar el futuro (2º Tes.3:8-11), sino que son advertencias contra la confianza propia y la seguridad en uno mismo. 

Tenemos el ejemplo del rico insensato que quería hacer un granero más grande, en vez de repartir con los más necesitado su alimento (Luc. 12:15-21 cf. Sat. 4:13-14). 

La verdadera confianza en nuestro Dios caracteriza al cristiano (Rom 8:28; Fil. 4:11) y lo capacita para enfrentar el futuro sin temor, aunque no pueda saber más que el incrédulo mismo en cuanto a lo que puede ocurrir mañana. 

Por otro lado la dilación estorba el éxito.Y arruina el crecimiento. En los negocios resulta costosa, en el hogar, es un despilfarro de tiempo; pero en los asuntos concerniente a la espiritualidad del cristiano es desastrosa. 

Perdemos tiempo en cosas banales, y en averiguar que aremos mañana, o pasado mañana o tal vez dentro de un año. 

El tiempo nonos pertenece, sólo el presente y lo que deberíamos hacer para llevar almas a Cristo. 

Cuando miramos retrospectivamente debemos admitir que existe un gran espacio entre la resolución y la ejecución. Esto que os cuento es una historia, no se si es real, pero dice mucho con la relación que tenemos con nuestro Dios. 

Un joven matrimonio se fue a vivir a la montaña, construyo su casa y la verja para el ganado. Pro apareció la enfermedad de su amada esposa. Lo peor del caso que ella perdió la voluntad de luchar por la vida.

Yacía en cama, indiferente, aparentemente sin importarle nada la vida. No tenia ganas de vivir. Esta mujer necesitaba una transfusión; necesitaba el deseo de vivir una nueva vida. 

El esposo le ofreció su sangre para que ella viviese, pero por esas casualidades el le dio la medicina que ella necesitaba. “Te amo tanto” que mi vid seria como un arroyo sin agua, tu eres el agua que me mantienes vivo. 

Una alegre sonrisa y las lagrimas caían de sus ojos azules cuando ella le dijo: 

“¿Nuca me lo dijiste?” Desde entonces ella se recupero. Cuántas veces no le décimo a Dios lo que nos pasa, y que le queremos, que somos como el arroya pero sin agua. 

Cristo esta presto a escucharnos, y a darnos el agua de la vida. Vivamos el día de hoy, y no el mañana, porque basta el día su afán. Seamos arroyos de agua viva, para dar a otros a ver del manantial de la vida que es Cristo.
MARANATA.
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NOTIFICACION A LOS LECTORES.
Notificación: Estimados lectores de este blog. Oren por mi salud y por este proyecto Sal. 62: 7

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