domingo, 6 de noviembre de 2016

UN REINO PROMETIDO.


No temas, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Lucas 12:32.
La historia cuenta que en cierta ocasión el rey Ricardo III de Inglaterra en la batalla de Bosworth del año 1.495 dijo la famosa frase: “Mi reino por un caballo” solo contaba con la edad de 32 años. 

 La enseñanza que nos deja este episodio de la historia podría resumirse en cinco frases:
Por un clavo se perdió una herradura.
Por una herradura se perdió un caballo.
Por un caballo se perdió una batalla.
Por una batalla se perdió un reino. 


Y todo por la falta de un clavo en la herradura. Había llegado el momento en que ese reino terrenal valía menos que un caballo.
El orgullo y la arrogancia nos puede llevar a la más absoluta ruina. 

Este hecho nos lleva a la conclusión que los reinos de este mundo son efímeros. 

El Kaiser, el Zar de Rusia, los reyes de España, los reyes de Inglaterra, el rey de Italia, el faraón de Egipto, todos tuvieron sus reinos, pero todos ellos los perdieron. 

¿Quién desearía un reino hay en este mundo de egoísmo? 

El ser rey o gobernante de un país sólo significa problemas. Bien se ha dicho: “Duerme inquieta la testa coronada”. 
La historia de estos reinos, y presidentes de muchas naciones han tenido que huir a otros países buscando refugio, o han muerto violentamente. 

No hay que ir muy lejos, hay quienes toman un pais por la fuerza de las armas derramando sangre inocente. Deseos egoístas y sed de poder motivan sus acciones, y hay de aquél que se pone en su camino. 

Cuando Napoleón era proclamado emperador de Francia, quitó la corona de las manos del Papa Pío VII y se la colocó él mismo sobre su cabeza. 

Corrió la suerte de muchos gobernantes que se apoderaron del reino por la fuerza: el destierro, y la muerte en el exilio. Hay un reino que vale más que cualquier otro reino terrenal que podamos heredar. 

Se nos promete coronas cuando recibamos ese reino, pero no nos coronaremos nosotros mismos. Jesús, lo ara con sus propias manos, colocara la corona sobre nuestras cabezas. El salmista dice: “de Jehová es el reino” (Sal. 22:28). 

El reino de Dios es hermoso en gran manera, no hay reino en la tierra semejante al que Dios esta preparando para su pueblo. 

“Ojos no h a visto, ni oído ha escuchado, ni han subido en corazón de hombre, las cosas que Dios ha preparado para los que le aman”. 

Nadie que este en su pleno juicio cambiaría el reino de Dios por un caballo. ¡ni por ninguna otra cosa! El primer paso para poseer este reino es hacer la voluntad de Dios. Y para poseerlo debemos tener el Espíritu, y tener una verdadera reforma en nuestra vida.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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