CONFORTARÁ MI ALMA; ME GUIARA POR SENDAS DE JUSTICIA POR AMOR DE SU NOMBRE SAL 23:3
Es el salmo más leído y el más memorizado del cristiano. Desde nuestra niñez, nuestros padres nos lo enseñaron. Es el más amado de todos los salmos. Es la delicia de la niñez y el consuelo de la vejez, Par ami es la “perla de los salmos”, “es el salmo del ruiseñor”.
En él se describe al tierno pastor que esta cuidando de su rebaño. Y lo protege de los lobos, quien va buscando a quien devorar. Es el salmo de una absoluta confianza a Jehová, Sigue a sus hijos por doquier y los protege. Muchos cristianos se han confortado su espíritu con este salmo.
Vemos en la naturaleza, cuya grandeza revela la permanencia y el propósito de la gloria de Dios. A pesar de su mal estado degradante, aun hay lugares donde el amor de Dios se manifiesta. Dios nos confortara, nos aliviara de nuestras dolencias, y nos entregara su amor, porque nos ama.
“Dios es amor” Y él solevantara en aquel día para hacer justicia a su pueblo, y los encaminara por los grandes valle, y ríos, para introducirlos en la gran ciudad de Dios.
Este salmo, tanto a jóvenes como ancianos, nos hace llorar de esperanza y de consuelo.
Hace mas de 50 años que lo se de memoria, y en él he sido consolado y fortalecido. El mundo es un camino llenos de peligros, hay senda muy escabrosas, y si no vamos por el camino correcto, podemos caernos al precipicio de este mundo corrompido.
Dios nos revela su carácter en su manera de conducirnos.
En Ti, oh Jehová he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu angustia” (sal 31:1). Son plegarias sinceras, en procurar la liberación y la angustia, e inspirada por la confianza en la capacidad de Dios para librar.
El Salmo 23 y el 31 es la fortaleza del cristiano, en todas las edades. Los pensamientos correctos hacen revivir las esperanzas, proporciona ánimo, sensibilidad a la conciencia, amplía la visión, y fortalece la voluntad, dulcifica el espíritu, suaviza las palabras, limpia la mente, y aumenta la lealtad a las cosas sagradas. Estos salmos son como una roca en la cual el viento y la lluvia no la deteriora.
Cuando pronunciamos el nombre de Dios, en una oración sincera, indica que el suplicante se somete a la voluntad divina y esta dispuesto a permitir que sus dificultades personales se pierdan en el programa superior de Dios, y, además su oración será contestada.
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