jueves, 20 de septiembre de 2018

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Romanos 8:16
Una de las cosa que el pueblo de Dios que espera la segunda venida de Cristo, tiene que tener en cuenta lo siguiente:

”El oficio y la obra del Espíritu Santo nos han sido presentado con mucha claridad en las escrituras (Juan. 14:26; 16:8, 13-15; Rom.8:26). 

Pero la naturaleza del Espíritu Santo es un misterio,”en cuanto a estos misterios, demasiado profundo para el entendimiento humano el silencio es oro” 
Se que las comparaciones son odiosas, pero un ejemplo bale mas que mil palabras. 

Los que le gusta la astronomía saben que en el universo existen agujeros negros descomunales, supermasivos, no se puede ver, pero sus efectos si se pueden ver. 

No comprendemos el misterio del Espíritu Santo, pero si sabemos sus efectos en las personas. “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1º Cor. 12:3). 

Y es igualmente cierto que nadie puede llamar Dios al Padre sino por el mismo Espíritu (Gal. 4:6). 

En la misma forma en que llegamos a ser hijos de Dios por medio del poder regenerador del Espíritu Santo (jun. 1:12-13; 3:5; 1º Juan 5:6, 10-13). 

Viene por medio de la presencia interna del Espíritu de Dios (Rom.8:14) tenemos la seguridad permanente de que todavía somos hijos de Dios; podemos saber que él vive en nuestra vida (Gal. 5:22). 

Si hay amor en nuestro corazón para Dios también lo habrá para nuestro prójimo entonces sabremos que hemos pasado de muerte a vida (1 Jun. 3:14). Entonces comprenderemos que somos convertidos por la renovación del espíritu Santo en hijos de Dios. 

El Espírito Santo crea dentro de la persona a la que llena, una “perceptividad espiritual que es una habilidad intuitiva para reconocer a Dios”. Sabemos sin la menor duda que somos parte de la familia de Dios mediante la muerte de Jesús. 

“Ahora 'el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios'. 

Dios no haría depender a su pueblo de una conjetura, o un deseo o una débil esperanza de que podía ser su hijo; el desea que tengamos una evidencia absolutamente irrecusable. 

El cristiano no necesita andar ni dudar de la promesa de Dios. 

Y el Señor le dará una evidencia tan clara que no tendrá duda jamas. No hay un sólo hijo de Dios que no haya tenido una experiencia tal, que declare que no es hijo de Dios. 

Dios se manifiesta por la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Para dar testimonio al mundo que somos hijos de Dios y guardamos su ley que es inmutable.
MARANATA.
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