miércoles, 18 de junio de 2014

RECORDEMOS QUE VAMOS A IR AL DESCANSO


Más el hombre morirá, y será cortado; parecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Job. 14:10.

Hace años mi padre falleció lo deje bien y al día siguiente el medico me dio la noticia que mi padre había muerto. El pecado había hecho bien su trabajo. El árbol de la ciencia del bien y del mal, estaba en el huerto para la obediencia, el hombre era libre, pero escogió su propio camino y las consecuencias fueron la muerte. 

Mi padre era un hombre bueno, a mis ojos, unas horas antes estaba con vida, sus músculos, ojos dejaron de funcionar. De repente, la vida se extinguió. Nada visible había desaparecido: sólo la vida. Yo no podre jamás olvidar tal escena en mi vida.


La muerte es la extraña recompensa del pecado. Es una condición antinatural. Elifaz no entendía esto, puesto que equiparaba la muerte con la cosecha cuando le dijo a Job: “Vendrás en la vejez a la sepultura, como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo” (Job 5:26)

En nuestro tiempo en pleno siglo XXI aun hay seres humanos que piensan que no importa lo que hagas, ya que cuando mueras iras al cielo o al paraíso. Los muertos nada saben, no hay memoria, no van ninguno lado. (Sal. 146:4; Ecle. 9:5.) dice: Porque los que viven saben que han de morir, mas los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.( Juan 11:11-14).

Dios no le puso limite a la vida del hombre antes de la entrada del pecado. No hay lugar en el plan de Dios para que la gente sea cosechada por la muerte. Pero, por causa del pecado, ésta es inevitable.

La historia cuenta que Filipo de Macedonia tenía un esclavo a quien le dio una orden que debía cumplir siempre, bajo castigo de muerte. Debía de comparecer ante el rey cada día, bien temprano en la mañana, no importa qué estuviera haciendo el rey, para decirle en alta voz: “Filipo, recuerda que vas a morir”. Para algunos sera una ceremonia extraña,

pero esto le daba al rey que tarde o temprano el moriría y que su vida tenia que estar en orden.

Nos pueda extrañar esta ceremonia, por cierto. Pero tal vez el mundo sería diferente si cada persona: el carnicero, el panadero o el fabricante incluso el presidente, tuvieran a alguien que le dijera cada día: “Recuerda que vas a morir”. Lo importante no es vivir, sino como vas a morir. Yo doy gracias a Dios porque mi padre conoció a Cristo, y murió en Cristo. 

 La Biblia nos dice que debemos acordarnos de algo más que la muerte. Llegará el día cuando el aguijón desaparecerá para siempre. Llegara el día en que lo inmortal se revestirá de inmortalidad. Sera un día de gozo y alegría. Un día de inexpresable felicidad cuando la sentencia de muerte no tenga más vigencia sobre los vivos. Desde estos momentos los muertos en Cristo resucitaran primero, y los que vivimos seremos transformados. (1ª Cort. 15:52-57) Amén, sea así. Ven Señor Jesús.
Promesa.
¿No ha habido en vuestra experiencia alguna hora feliz? ¿No habéis tenido algunos momentos preciosos en que vuestro corazón palpito de gozo respondiendo al Espíritu de Dios? Cuando recorréis los capítulos pasados de vuestra vida, ¿no encontráis alguna página agradables? ¿No son las promesas de Dios fragantes flores a cada lado de vuestro camino? ¿No permitiréis que su belleza y dulzura llenen vuestro corazón de gozo?” (CC.117). Dios es amor.
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la Biblia a través del tiempo.

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