¿Como, pues,
haría yo este gran mal y pecaría contra Dios? Gén. 39:9.
Es la constante
lucha del cristiano contra el mal, hay un elemento importante que
debe ser cuidadosamente estudiado. Traza un triángulo en tu mente.
Pon a Dios en el vértice superior. Ponte en uno de los vértices de
la base, y en otro ubica a cualquier persona que conozcas. Cuando
alguien peca, por lo general involucra a otros.
En nuestro texto de
hoy, a ser inducido por la mujer de Potifar a cometer un acto
inmoral, como la fornicación. Esta es: “¿Cómo, pues, haría yo
este grande mal, y pecaría contra mi Dios?” El sabía que el
pecado perjudica principalmente a Dios. El carácter de José se
mantuvo firme bajo un ataque persistente y despiadado de la mujer de
Potifar. Sabiamente rehusó aun estar en compañía de ella.
Al rehusar a ello,
José revelaba sinceridad, sabiduría y determinación en la senda de
lo correcto. Cuanto más fuerte era la tentación, más resuelto
estaba en ser fiel a Dios. Generalmente pensamos que el peor mal se
lo causamos a nuestros semejantes, pero no es así.
Volvamos a nuestro
triángulo mental: José estaba en un vértice y Potifar con su
esposa en el otro. Lee el texto nuevamente. Pon atención en lo que
nos dice. José no dijo: “No puedo perjudicar de esta manera a mi
familia ni a mis amigos”. Tampoco dijo: “No puedo pecar contra
usted y su esposo”. Seguramente pensó en todo esto, pero la razón
más poderosa para no pecar fue la que le dio a la mujer: “No
puedo pecar contra mi Dios”.
Pero la pregunta se
mantiene en suspenso. ¿Que hace el cristiano que cede a la tentación
de ir con la mujer del prójimo, y hace todo lo contrario a lo que
hizo José? Por desgracia hay dentro del pueblo de Dios, muchos que
no honra a Dios en este sentido. En mi trayectoria cristiana, e visto
como grandes lumbreras han caído por este acto tan vergonzoso, y
incluso hermanos de la fe. La pregunta es: ¿En que lugar dejamos el
nombre de Dios?
Cuando David
confiesa a Dios su terrible pecado de crimen y adulterio, afirma: “A
ti, a ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”
(Sal. 51:4). A menudo me pregunto por que hizo David esta confesión.
¿Acaso no había pecado contra la familia, contra el esposa de
Betsabé, contra su nación, y lo que es peor contra su Dios.
¡Claro que sí!
Pero sabía que a quien más afectaba el pecado era a Dios.
Comparando con ello, el afecto sobre los demás era menor. “Al
ofender a sus semejantes el hombre comete una falta; pero su peor
delito es el pecado que ha cometido contra Dios y la nefasta
influencia de su ejemplo sobre los demás”. (SDA. C. t. 3. p.1147).
Al hombre de hoy día, que pasa de todo, que lo que hace lo ve
normal, aun dentro de la iglesia, queda marcado para el resto de su
vida, cierto es: Que tenemos un Dios misericordioso, siempre que
dicho pecado no lo cometamos más, también es cierto, que abogado
tenemos, a Jesucristo. Este es el gran amor de nuestra Papa. Con
amor eterno te e amado, ven ami y estemos a cuenta, ¡Que amor tan
grande! El hombre no lo puede asimilar, ni comprende, por que es el
estudio durante toda la eternidad.
Dios es eterno e
inmutable. Cuando el alma se une a él, odiamos el pecado para
siempre. Pero si esa misma alma no está ligada a un ser superior a
su falible semejante, no percibirá la bajeza del pecado. Sólo
cuando lo vemos a la luz del sacrificio de Cristo en la cruz, podemos
comprenderlo en toda su aterradora realidad.
Maranata.
http:/juadaislacris.blogspot.com
http://segunda
venida apocalíptica. blogspot.Com
la
Biblia a través del tiempo.
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