lunes, 3 de octubre de 2016

NUESTRA PREPARACION PARA ENCONTRARSE CON JESÚS.


Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. 1º Juan. 2:28
Unicamente por el conocimiento de Dios aquí podemos prepararnos para encontrarnos con él en su venida. . . En sus lecciones y en sus poderosas obras Cristo es una perfecta revelación de Dios. 

Este Cristo declara mediante el inspirado evangelio: “A Dios nadie lo vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, el lo ha dado a conocer” (Jun 1:18). 

“Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mat.11:27). Estas palabras muestra la importancia del estudio del carácter de Cristo. 

Unicamente por el conocimiento de Cristo podemos conocer a Dios. Como nuestro representante, Cristo permanece en el fundamento más elevado posible. Cuando vino al mundo como mensajero de Dios, retuvo la salvación de Dios en su mano. 

Toda la humanidad fue liberada por él, porque en el estaba la plenitud de la Divinidad. . . Tan plenamente reveló Cristo al Padre, que los mensajeros enviados por los fariseos a tomarlo quedaron encantados por su presencia. . . 

Cuando contemplaron la suave luz de la gloria de Dios que envolvían su persona, cuando escucharon las bondadosas palabras que brotaban de sus labios, lo amaron. Y cuando. . . los fariseos les preguntaron: “¿Por qué no le habéis traído?” respondieron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Jun. 7: 45,46). 

La lealtad tiene un precio. Este comentario me traslada a la época de la inquisición, al martirio de Hus y de Jerónimo . Un celoso partidario del papa, al referirse al martirio de estos hombres dijo: “Ambos se portaron como valientes al aproximarse su última hora. 
 
Se prepararon para ir a la hoguera como se hubieran preparado para ir a una boda; no dejaron oír un grito de dolor. 

Cuando subieron las llamas, entonaron himnos de alabanzas y apenas podía la vehemencia del fuego acallar sus cantos”. (CS. 117). 
 Al contemplar a Cristo, su voz resonó como trompeta certera sobre sus enemigos. Dios necesita hombres y mujeres que den tal testimonio, que el nombre de Dios sea escuchado por la eternidad.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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