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HACEMOS COSAS QUE NO DEBERÍAMOS HACER.
Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Gál 5:17
A lo largo de la historia el hombre a peleado
sus grande batallas en su mente, contra su peor enemigo Satanás.
Pero muchas batallas fueron y seguirán siendo ganadas gracias a los
méritos de Cristo.
Muchos caerán arrastrados por los sofismas de su
peor enemigo. Hoy tú y yo, estamos librando esta gran batalla, la
ganaremos o la perderemos depende del lado en que estemos.
Esta es
una contienda aparentemente interminable; es la lucha de hacer lo
correcto y la inclinación a hacer lo malo. Pablo analizo este
conflicto en su propia vida pasada, vio que la victoria sólo era
posible por medio de los méritos de Jesucristo (Rom. 7:24 a 8:2).
¿Que se opone? La contienda es aparentemente interminable; no hay
transigencia del uno hacia el otro. Nunca biene el bien si se
transige con el mal.
En la medida en que los Galatas quedaban
fascinados por el legalismo, comenzaban a morderse y a devorarse unos
a otros (Gál. 5:15).
Como resultado la iglesia sufría por no
comprender el mensaje ni la vida de Pablo. Parea Pablo no tuvo más
ambición de grandeza.
Dejó de desear venganza, y no fue más
sensible al reproche, al desdén o al desprecio. Es un ejemplo para
el cristiano de hoy día. No busco la unión con el mundo, posición
social, incluso honores.
Todo un ejemplo para el cristiano de hoy
día. Muchos de los creyentes eran guiados por el Espíritu Santo, a
una compresión del Evangelio y el amor de Dios.
Cristo nos advierte
que el Espíritu Santo nunca conduce a los hombres a buscar la
salvación mediante el cumplimiento de los preceptos del sistema
ritual de los judíos. Pablo nos dice que la ley de Dios no murió.
La
ley de Dios es el espejo que le muestra al hombre los defectos de su
carácter. Pero a los que se complace en la injusticia no les es
agradable ver su deformación moral.
No aprecian a este fiel espejo
porque les revela sus pecados.Cuando uno se convierte al Señor las
cosas del mundo se dejan a un lado.
Nuestras vidas debe ser un
constante renovación por medio del Espíritu Santo, sin él no
podemos hacer nada.
Por otra parte aquellos que están llenos del
Espíritu y entienden todas las implicaciones de la libertad del
Evangelio son capaces de regocijarse en la obediencia de la verdad.
Hacen, en el poder del Espíritu, lo que es contrario a los deseos de
su vieja naturaleza pecaminosa. Y alaban a Dios por las victorias
obtenidas.
MARANATA.
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