lunes, 16 de enero de 2012

MÚSICA INCOMPARABLE.

Los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. (Isa. 35: 10). (foto. Cristo contemplado la tierra nueva).

Habrá allí música y canto tales como, salvo en las visiones de Dios, ningún mortal ha oído ni concebido ninguna mente. "Y cantores y tañedores en ella", "alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de Jehová".

"Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su Paraíso en desierto, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto" (Isa. 51: 3). (foto. Coro de ángeles).

Se me mostró el orden, el perfecto orden del cielo, y me sentí extasiada cuando escuché allá esa música perfecta. Después de salir de la visión, el canto de aquí me parecía áspero y discordante. He visto grupos de ángeles, que formaban un rectángulo, cada uno de los cuales tenía un arpa de oro.

En el extremo del arpa había un instrumento para afinarla o cambiar los tonos. Sus dedos no tañían las cuerdas con descuido, sino que tocaban diferentes cuerdas para producir distintos sonidos. Hay un ángel que siempre dirige, que toca primero el arpa y da la nota, y luego todos se unen en la rica y perfecta música del cielo. (foto. Los que estemos en la Nueva Jerusalen tendremos nuestro arpa, para alavar a nuestro Dios).

No se la puede describir. Es una melodía divina, celestial; en tanto que de todos los rostros resplandece la imagen de Jesús, que brilla con gloria indescriptible.

¡Qué himno será aquel que se entonará cuando se reúnan los redimidos del Señor! Todo el cielo se llenará de música exquisita y de cantos de alabanza al Cordero. ¡Salvados, salvados para siempre en el reino de gloria! Tener una vida que se equipara con la vida de Dios; tal es la recompensa.

Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Siempre que se vuelven a presentar ante mi vista, el espectáculo me anonada de admiración. (foto. La nueva tierra renovada, sin pecado ni malicia).

Arrobada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma exclamando: "¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!" El lenguaje más exaltado no bastaría para describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador.
G. W.

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