martes, 28 de diciembre de 2010

NO DES RIENDA SUELTA A LA MURMURACIÓN

En sus murmuraciones contra Moisés y Aarón, la comunidad decía: «¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto! ¡Más nos valdría morir en este desierto!...Entonces el Señor le dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? Números 14:2,11

En la mayoría de los bulos, cada boca que los repite añade un poquito más de exageración. Las mentiras y las falsedades son como una onda que se expande mientras son repetidas de boca en boca. Las dudas en cuanto a las verdaderas intenciones de Moisés y Aarón se extendieron como un reguero de pólvora en el campamento.

Al principio era solamente el último chisme, pero pronto llegó a ser la "verdad presente. Cuando las noticias que los espías habían traído llegaron a la última tienda, la verdad estaba tan distorsionada no había forma de corregirla. La incredulidad y el descontento subieron a tal nivel que Dios tuvo que intervenir y pronunciarse con amenazas tan fuertes que, de no mediar Moisés, habrían acabado de forma muy distinta.

Todo empezó porque alguien no creyó; alguien dio riendas sueltas a sus dudas y quejas. Una persona tuvo la osadía de levantar su voz en secreto contra el dirigente elegido por Dios mismo y pronto la situación resultó incontenible. La incredulidad es contagiosa, pero es también una de las cosas más seguras para promover la separación de Dios y su pueblo.

Todo pecado empieza con una duda. Es verdad que la Biblia enseña que la raíz de todos los males es el amor al dinero. También queda bien claro que la mínima duda acerca de los planes, intenciones y la voluntad de Dios lleva a un rechazo de todo lo que se ha dicho en cuanto al Salvador y Señor.

El plan de Dios es actuar de manera que se genere fe y confianza en su pueblo. En cambio, el enemigo usa sus mejores armas cuando logra sembrar duda y descontento.

«No es necesario caer bajo la tentación, porque la tentación nos sobreviene pare probar nuestra fe. Y la prueba de nuestra fe obra paciencia, y no mal humor ni murmuración. Si ponemos nuestra confianza en Jesús, él nos protegerá en todo tiempo y será nuestro baluarte y escudo» (AFC 282).

Israel Leito

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