miércoles, 1 de diciembre de 2010

NADA ES DEMASIADO PEQUEÑO.

Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Lam. 3: 25.

Hay pocos que realmente aprecian y aprovechan el precioso privilegio de la oración. Deberíamos ir a Jesús y contarle todas nuestras necesidades. Podemos llevarle nuestras cargas y problemas, pequeños y grandes. Todo lo que pueda causarnos dificultades, deberíamos llevarlo al Señor en oración.

Perdemos muchas preciosas bendiciones al dejar de llevar nuestras necesidades, problemas y pesares a nuestro Salvador. Él es el admirable Consejero. Vela sobre su iglesia con intenso interés, y con un corazón lleno de tierna simpatía. Entra en la profundidad de nuestras necesidades. Pero nuestros caminos no son siempre sus caminos. Él ve el resultado de cada acción y nos pide que confiemos con paciencia en su sabiduría, no en los supuestamente sabios planes de nuestra propia hechura.

No ceséis de orar. Si la respuesta se tarda, esperadla. Poned todos vuestros planes a los pies del Redentor. Asciendan vuestras oraciones importunas a Dios. Si es para la gloria de su nombre, oiréis las confortantes palabras: "Sea hecho conforme a tu palabra".

No podemos cansar a Cristo con fervientes súplicas. No dependemos de Dios tanto como debiéramos. Dejemos sin pronunciar toda palabra de queja. Hablemos de fe y de ánimo mientras esperamos a Dios... Tened temor de la duda para que no llegue a ser un hábito que destruya la fe. El proceder del Padre celestial puede parecernos oscuro, misterioso e inexplicable, sin embargo debemos confiar en él.

¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en él! Pero muchos caminan en tinieblas porque entierran su fe en la sombra de Satanás... Nunca, ni por un instante debemos permitir que Satanás piense que su poder para afligir y mortificar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer...

Toda oración sincera que se eleva es mezclada con la eficacia de la sangre de Cristo. Si la respuesta tarda es porque Dios desea que mostremos una santa osadía en reclamar la palabra que él empeñó. Fiel es el que prometió. Nunca abandonará al alma que se entrega plenamente a él.

E. G. W.

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