sábado, 4 de diciembre de 2010

LA ELECCIÓN CELESTIAL.



Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 2 Ped. 1:10.

Esta es la única elección de la cual habla la Biblia. Caídos en el pecado, podemos participar de la naturaleza divina y alcanzar un conocimiento muy superior a cualquier conocimiento científico. Participando de la carne y la sangre de nuestro Señor crucificado, ganaremos vida eterna. Leemos en el capítulo sexto de Juan:"El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna... El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6: 54-63).

Nadie necesita perder la vida eterna. Todo el que elige diariamente aprender del Maestro celestial asegurará su vocación y elección. Humillemos nuestro corazón delante de Dios y continuemos conociendo a Aquel cuyo conocimiento correcto es vida eterna.

"Procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Ped. 1: 10-11).

Aquí está vuestro certificado de seguro de vida. Esta no es una póliza de seguro cuyo valor algún otro puede recibir después de su muerte; es una póliza que le asegura a usted una vida que se mide con la vida de Dios:
vida eterna. ¡Qué seguridad! ¡Qué esperanza! Revelemos siempre al mundo que estamos buscando una patria mejor, celestial.

El cielo ha sido hecho para nosotros, y queremos una parte en él. No podemos permitir que nada nos separe de Dios y del cielo. En esta vida debemos ser participantes de la naturaleza divina. Hermanos y hermanas, tenéis sólo una vida que vivir. Que sea una vida de virtud, y esté oculta con Cristo en Dios. En unidad, hemos de ayudarnos mutuamente a ganar la perfección de carácter.
Con este propósito, hemos de cesar en toda crítica. Adelante y siempre adelante podemos avanzar hacia la perfección, hasta que al fin nos sea suministrada una entrada abundante al reino celestial.

E. G. W.

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