miércoles, 26 de agosto de 2020

LA INSENSATEZ DEL REY EZEQUÍAS.

Dijo entonces: ¿Qué han visto en tu casa? Y dijo Ezequías: Todo lo que hay en mi casa han visto, y ninguna cosa en mis tesoros que no les haya mostrado. Isaías 39:4
No hay peor cosa en el ser humano que la vanidad, el orgullo propio, y la arrogancia. Y en este texto, el rey Ezequías hizo esto mismo, no se acordó de lo que Dios hizo por el. 

Los hijos de Dios, cometemos imprudentemente este mismo error. Ezequías fue curado por una gran enfermedad, no tenía los adelantos que tenemos hoy en el siglo XXI. 

El rey sólo tenía a Dios el cual le podía curar, y así lo hizo. Pero el hombre nos olvidamos con mucha frecuencia, las dádivas de Dios. 

En el año 703 a.C cuando se enfermo el rey, fueron enviados los embajadores del rey de Babilonia. 

En el contesto de esta visita, la situación en Asia era muy complicada y esta embajada era la oportunidad de hacerse aliado del rey Ezequías ya que lo creían una nación fuerte. 

Ezequías se sintió muy alagado, y organizó una gira para mostrarles todo lo que tenía, sus casas, sus tesoros; no hubo cosa en su casa que no le enseñara. 

Esto puede ser una advertencia para los hijos de Dios. Llega a nuestra casa una visita y le enseñamos toda la casa, y el ajuar que tenemos, pero nos olvidamos de lo más esencial. 

Pasado u tiempo los mensajeros se volvieron a Babilonia muy contentos, sabían lo que el rey Ezequías tenia en su reino. Pobre rey, su orgullo y su vanidad cayeron como un jarro de agua helada. 

¿Que debió hacer el rey Ezequías con los visitantes? El rey debía demostrar el templo, a su Dios, y la fe de Israel por su Dios. Esta era la posesión singular de Israel. 

Su verdadero poder no radicaba en sus tesoros, sino en su libro sagrado, en su culto y en sus conceptos religiosos. Si Ezequías hubiera explicado estas cosas a su visitantes, éstos habrían inducidos a respetar la fuente del poder de Israel. 

Esto puede pasarnos a nosotros, cada vez que tenemos una visita, enseñarles lo que Dios a hecho por vosotros, es el mejor testimonio que podemos dar.

La pregunta es vital: ¿Que testimonio damos, como creyentes que esperamos la venida de Cristo? ¿Que ve la gente de tu barrio, o de tu zona? 

¿Nos jactamos de nuestra iglesia, de nuestras instituciones,? ¿O hablamos de lo que Dios ha hecho por nosotros en nuestra vida? 

La fuente de nuestra fe es Cristo, y nuestro testimonio debe de ser tal, que hable por sus aciones, no por sus palabras. 

Cierto es que el cristiano poseen tesoros singulares y que son de gran valor. Ojalá que expongamos estos tesoros a nuestros amigos y familia y por ende al mundo. 

Que el orgullo no entre en vosotros como al rey Ezequías. Sed sabios y prudentes como paloma.
MARANATA.
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