Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
de maldad. Mat. 7:22-23.
¡Cómo nos impresiona los
milagros! Prestamos toda nuestra atención a lo que hace que nuestro
pulso y respiración se acelere. Recordamos lo espectacular, y a
veces olvidamos nuestro poder de discriminación por el puro gozo del
acontecimiento.
¿Es extraño, entonces, que cuando las personas se enfrentan cara a cara con su preparación personal para encontrarse con Jesús, consideren los milagros como una base para su posición?
Jesús habló con gente que podía atestiguar actos realmente impresionantes: expresiones proféticas liberación de demonios, aun la operación de milagros de resurrección de los muertos. La mayoría de nosotros tal vez no podamos jactarnos con informes misioneros como el de ellos.
Pero si podemos recordar lo que llamaríamos milagros menores. Pensar en el sentimiento de un llamado del Espíritu Santo en una semana de oración. Podemos pensar en ese momento de enfermedad en que no podíamos salí, y oramos al Señor y fuimos sanado.
Yo recuerdo vivamente los momentos en que Dios me salvo y me cuido de la muerte, Al igual como yo recuerdo, vosotros recordareis como Dios os a llamado. Eso son experiencias en nuestra vida y, cada vez que se las contamos a Dios, El señor es glorificado.
Pero Jesús nos advierte que todo esto no está relacionado con el problema. El poder milagroso puede impresionarnos; pero somos transformados sólo por un profundo conocimiento personal intransferible del Espíritu Santo.
Tal vez abandonamos malos hábitos; podemos predicar sermones muy elocuentes; podemos conducir a otros a la iglesia, donde encuentren la salvación en Jesús. Pero los únicos impresionados somos nosotros.
Hay una realidad que aveces ignoramos. Lo que realmente necesitamos es ser impresionados por Dios a través de su palabra. De otro modo seguiremos trabajando con el viejo mito de que la salvación depende de los actos y no de la relaciones con nuestro Dios y nuestro prójimo.
Pero Jesús dice: “obreros de iniquidad”. Pues aun obras buenas, milagrosas, atribuidas a Dios, si son hechas fuera de una relación personal con Cristo, son obras de iniquidad.” En tú nombre hicimos milagros”.
La gran obra de Dios es la transformación de sus hijos, y escucha a Jesús en aquel gran día: “¡Venid! Y co conozcamos nos. Y continuemos esta amistad para siempre.
[Os pido que oréis por mi.
Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga].
¿Es extraño, entonces, que cuando las personas se enfrentan cara a cara con su preparación personal para encontrarse con Jesús, consideren los milagros como una base para su posición?
Jesús habló con gente que podía atestiguar actos realmente impresionantes: expresiones proféticas liberación de demonios, aun la operación de milagros de resurrección de los muertos. La mayoría de nosotros tal vez no podamos jactarnos con informes misioneros como el de ellos.
Pero si podemos recordar lo que llamaríamos milagros menores. Pensar en el sentimiento de un llamado del Espíritu Santo en una semana de oración. Podemos pensar en ese momento de enfermedad en que no podíamos salí, y oramos al Señor y fuimos sanado.
Yo recuerdo vivamente los momentos en que Dios me salvo y me cuido de la muerte, Al igual como yo recuerdo, vosotros recordareis como Dios os a llamado. Eso son experiencias en nuestra vida y, cada vez que se las contamos a Dios, El señor es glorificado.
Pero Jesús nos advierte que todo esto no está relacionado con el problema. El poder milagroso puede impresionarnos; pero somos transformados sólo por un profundo conocimiento personal intransferible del Espíritu Santo.
Tal vez abandonamos malos hábitos; podemos predicar sermones muy elocuentes; podemos conducir a otros a la iglesia, donde encuentren la salvación en Jesús. Pero los únicos impresionados somos nosotros.
Hay una realidad que aveces ignoramos. Lo que realmente necesitamos es ser impresionados por Dios a través de su palabra. De otro modo seguiremos trabajando con el viejo mito de que la salvación depende de los actos y no de la relaciones con nuestro Dios y nuestro prójimo.
Pero Jesús dice: “obreros de iniquidad”. Pues aun obras buenas, milagrosas, atribuidas a Dios, si son hechas fuera de una relación personal con Cristo, son obras de iniquidad.” En tú nombre hicimos milagros”.
La gran obra de Dios es la transformación de sus hijos, y escucha a Jesús en aquel gran día: “¡Venid! Y co conozcamos nos. Y continuemos esta amistad para siempre.
[Os pido que oréis por mi.
Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga].
Maranata:
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