Por todos murió, para que los
que vivan, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y
resucito por ellos. (2 Corintos 5:15).
Se ha dicho que la batalla contra
el yo es la batalla más difícil que el hombre o el cristiano tiene
que afrontar en esta vida. Pero dr vuelve más violenta y más
difícil todavía porque no comprende la naturaleza de la batalla.
Lo cierto es que tienen un nivel muy visible -el conflicto contra los
deseos de la carne, El deseo de los ojos, y la soberbia de la vida-
hay otras dimensiones mucho más sutiles que han constituido la ciada
de muchos cristianos. Muchos la vemos como una lucha constante y una
de las más peligrosas es el egoísmo, la envidia como tal.
En esta
batalla, debemos de conseguir que nuestro yo no haga más cosas
egoístas, ni tengamos pensamientos egoístas. Y cuando fracasamos en
lograrlo, nos aplasta la culpabilidad. El desear los primeros puesto
en nuestra iglesia, o en nuestro trabajo, pisando a los demás a
cualquier coste, es la prueba de que no hemos cambiado nuestro
carácter.
Sólo Dios y nosotros sabemos en nuestro interior si hemos
avanzado en nuestra lucha. Si percibimos en nuestro interior que Dios
nos ha perdonado y aceptamos, encontraré la búsqueda del perdón y
será la meta de toda mi obras, el foco de toda mi religión.
Mi
preocupación por lo que Dios piensa de mí (en lugar de lo que el
mundo piensa de Dios) será el sabor de mi vida espiritual. Así,
que el yo es el objeto de mi atención, en vez de serlo de
Jesucristo. Esta variación de la batalla contra el yo es tan sutil
porque suena piadosa. Podemos aun informar de nuestro progreso en las
reuniones de oración, y hacerlas el centro de una interminable
angustia privada.
Pero esto sólo oscurecerá el hecho de que el
“yo” sigue siendo el motivo reinante de mi vida. La única cura
para esta forma básica de egoísmo es aceptar completamente que Dios
ya me ha dado realmente lo que más ansío: su amor, su perdón y su
aceptación incondicional.
Este regalo no es una recompensa por mi
realización, sino una efusión de su carácter mismo. Habiendo
recibido como regalo lo que antes ansiaba ganar, estoy liberado de
mi yo – y e sido liberado por Cristo.
Así se destruye el egoísmo,
la soberbia etc. Contemplar el seguro mensaje de la cruz es decirme
a mí mismo que ya no necesito vivir para mí mismo, sino que puedo
vivir para Aquel que murió a fin de satisfacer todas mis
necesidades.
¡Puedo vivir para gloria de Dios! Tal vez la verdadera
batalla contra el yo es la batalla más dura que el hombre a
librado,es la batalla por creer -¡creer que al fin Dios es un Dios
de amor y donde hay amor hay perdón. Ese es nuestro Dios, un Dios de
amor.
Os pido que oréis por mi. Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.
Os pido que oréis por mi. Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.
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