Haré más precioso que el oro fino el varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Isa. 13:12.
¡Oro! ¡Metal precioso! Es un símbolo de seguridad económica.
Ofir, es uno de los descendientes de Sem y descendientes de Peleg, este era su tío paterno.(ver. Gén. 10:22-29; 1º Cor. 1:17-22; Gén. 10:25; 11:18-26; Gén. 10:13,32.).
Davi dono suficiente oro de Ofir que traía de las minas para construir el templo.
Todo el oro que se ha extraído de las minas en la historia de la humanidad bien podría ser llevado en unos cuarentas vagones de ferrocarril de los más grandes que existen hoy.
Es raro que tan poco signifique tanto.
El oro determina la economía de un país, y de las naciones. Gracia a Dios, la economía del cielo tiene una base diferente. Allí no abra ladrones que roben el oro de la ciudad, ya que esta sera toda de oro puro de Ofir.
En Birmania hay una pagoda llamada Shwedagon, el templo de oro. Esta recubiertas con laminas de oro, y cada cinco años los nativos la cubren con más laminas de oro.
Pequeños trozos de oro son golpeados hasta convertirlos en finas laminas, y son extendidos sobre la cúpula y sus alrededores. El oro es bello para contemplarlo.
Tiene muchos usos cuando es refinado, pero su aplicación más valiosa es escoria cuando es comparada con la sangre derramada de Cristo.
Aun los hombres más viles, a la vista de Dios, son hechos más preciosos que todo el oro del mundo. Dios dijo que haría al hombre más precioso que el oro fino de Ofir.
¿Como lo hace? Con amor. Su amor hizo que entregara a su Hijo para que muriera en la cruz por la redención del hombre.
No hay otra forma por la que el hombre pueda ser refinado, sino por la sangre de Cristo.
Sólo la alquimia de Dios puede efectuar ese milagro. Satanás trata de cegar al hombre para que no vea el proceso de refinamiento de Dios.
Le ofrece “oro de los tontos” (la mica, oro de los tontos),brillantes micas para engatusarlos. No requiere la alquimia de la sangre de Cristo. No necesitamos ser engañados por los esfuerzos de Satanás para descarriarnos.
Dios ha provisto una forma por la cual podemos estar seguros de que el oro que tenemos es el oro del cielo. Mediante su Espíritu, Dios nos hace distinguir lo verdadero de lo falso, lo puro de lo corrupto. Quiere refinarnos hoy, y cada día.
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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