Y decía a todos; Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Luc. 9:23.
Cristo declara que como él vivió así debemos vivir nosotros. . . Sus huellas [nos] encaminan a lo largo de la senda del sacrificio.
A medida que vivimos viene hacia nosotros muchas oportunidades para vivir.
A todos nuestro alrededor hay puertas abiertas para el servicio. Con el uso correcto del don de la palabra podemos hacer mucho por el Maestro. Las palabras son un poder, pero M. de Cervantes dijo: que la pluma es mas poderos que las palabras. Y testimonio tenemos la Palabra de Dios.
Todo esto esta bien cuando van acompañadas de benevolencia y simpatía a través de Cristo. Dinero, influencia, tiempo y fuerza, todos éstos son dones confiados a nosotros para hacernos más útiles a los que nos rodean y para que honremos a nuestro Creador.
Muchos cristianos piensan que sería un privilegio visitar los lugares donde se desarrollaron las escenas de la vida de Cristo y incluso bautizarse en el Jordan. Pisar por las calles donde piso Jesús, incluso pisar el calvario donde murió nuestro Señor.
Todo eso esta bien. Pero de nada sirve sino tenemos un corazón convertido y subyugado por el amor de Cristo. ¿Es necesario ir a Palestina para caminar tras las huellas de Cristo? ¡No! Las pisadas la encontramos al lado de la cama del doliente, en la choza de los pobres, en las antesalas de las callejuelas de las grandes ciudades y en todo lugar donde hay lamento, hambre y pobreza.
Así como rastreamos el curso de una corriente de agua por las huellas que dejan en las cavidades de una cueva, así también Cristo puede ser visto en los actos de misericordia que marcaron su senda a cada paso.
Doquiera iba, la salud brotaba y la felicidad seguía por donde quiera que pasaba. El ciego y el sordo se regocijaban en su presencia.
El rostro de Cristo era lo primero que veía sus ojos era sus palabras lo primero que jamás habían resonado en sus oídos. Sus palabras para el ignorante le abrían a éste la fuente de la vida. . .
El dispensaba sus bendiciones en forma constante y abundante. Ellos eran los almacenados tesoros de la eternidad, los ricos dones del Señor para el hombre. (RH. 1912).
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalíptica.
La
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