Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la imaginación de mi espíritu; mas la mano de Jehová era fuerte sobre mí. Ezequiel. 3:14.
A Ezequiel se le había encargado un mensaje especifico para Israel. “Indignación” “Ardor” “encono” “amargura (términos que usan algunas Biblias).
El llamado de Dios, que tan dulce había sido para Ezequiel (Eze.3:3), al llevarse a la práctica se convirtió en amargura de espíritu.
El espíritu humano, influyo sobre su juicio y Ezequiel se abatió.
La indignación de Ezequiel fue causada por los pecados de su pueblo; pero por encima de eso, la revelación de la dificultad insuperable de la tarea, el temor al fracaso y quizá también la conciencia de no ser apto para tal cometido, se sumió a un desanimo abrumador del profeta.
A Jeremías le ocurrió lo mismo (Jer. 20:8,9; cf. 9:2). El pueblo de Israel se fue tras los baales, dioses de ayer y demonios de hoy.
El profeta estuvo durante siete días sin hacer nada estaba atónito de la maldad de su pueblo.
Hoy también muchos hijos de Dios se queda como el profeta viendo la maldad de su pueblo.
Dios halló necesario a hablarle muy enérgicamente a Ezequiel al fin de los siete días, señalándole que si no seguía las instrucciones recibidas sería responsable de la maldad de su pueblo.
Ezequiel recapacito, y comprendió que el hacer la voluntad de Dios es re confortador para sus huesos. Ezequiel dio el mensaje y Dios le fortaleció (22-27). ¡Cuán afortunado es el que sabe que el Espíritu de Dios lo esta levantando!
El Espíritu Santo es el poder de Dios que es transmitido al hombre para que alumbre a otros el camino y hallen a Cristo como su Salvador.
Mientras el transformador convierte el calor en luz, también reduce el voltaje a fin que la lampara eléctrica pueda llevar la cantidad requerida de poder y luz. Lo mismo ocurre con el Espíritu Santo. Convierte un a vida de la mundanalidad a la semejanza de Dios.
Le da a la persona la cantidad requerida de poder, según la capacidad que tenga de usarlo. Así como Ezequiel fue afirmado por el Espíritu para hacer la voluntad de Dios, la mano divina también nos fortalecerá a nosotros.
¿Esta nuestro espíritu en conflicto con la voluntad de Dios? Entonces, cedamos a su Espíritu. No demoremos. Sea nuestra oración: “Papa, Señor mió y Dios mio” , ayúdame a comprender lo que no comprendo, ha hacer tu voluntad, a quitar las cadenas a los que están presos del pecado, a proclamar la verdad a tu pueblo, por muy dura que sea esta.
Usanos como usastes a Jeremías y a Ezequiel, danos de tu poder. Pongamos nuestra confianza en las manos de nuestro Dios.
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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La
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