¡Quién diera que tuviese tal razón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuesen bien para siempre! Deut. 5:29.
Tal corazón. O”tal actitud mental” La vida no es más que la proyección de los pensamientos del “corazón”, o la mente; cual es sus pensamientos en su corazón, tal es” el hombre (Prov.23:7).
Dios no se preocupa tanto de las acciones externas como de los motivos que impulsan esas acciones. Si un hombre o mujer se propone en su “corazón” cooperar con Dios, “si primero hay la voluntad dispuesta” (2º Cor. 8:12), la vida será transformada en la medida de ese propósito (Rom.12:2).
La obediencia que nace de ese corazón es la única verdadera obediencia; solamente esta obediencia sera aceptable a Dios. Dicho esto: Dios tiene una relación paternal con su pueblo, y como Padre exige nuestro servicio fiel.
Si miramos a Cristo. A la cabeza de la humanidad sirviendo a su Padre, es un ejemplo de lo que cada hijo debe y puede ser.
La obediencia de Cristo es la que Dios requiere hoy de los seres humanos, y más de su pueblo.
El sirvió a su Padre en amor, voluntario y libremente. “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Sal.40:8), declaró. Cristo.
No consideró ningún sacrificio demasiado grande, ningún trabajo demasiado pesado para cumplir la obra que venido hacer.
A los doce años dijo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Luc.2:49).
Había oído el llamado y había emprendido la tarea. “Mi comida”,dijo, “es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan. 4:34).
La gran pregunta es: ¿Que voy hacer yo? Y ¡tú! Debemos de servir a Dios, con nuestra capacidad que él nos concedió. Sirve el que alcanza el más elevado nivel de obediencia.
Todos los que quieren ser hijos de Dios se demostrarán colaboradores con Cristo y con Dios y sus ángeles celestiales nos ayudara.
Esta es la prueba para toda alma. El gran propósito de Dios es la ejecución de su providencia es probar a los hombre, darles una oportunidad para desarrollar el carácter. Así prueba si son o no obedientes a sus mandatos.
Las buenas obras no compran el amor de Dios, sino que revelan que poseemos ese amor. . . Hay solamente dos clases de personas en el mundo hoy y solamente dos serán reconocidas en el juicio: los que violan la ley de Dios y los que la obedecen.
Cristo nos da la norma de nuestra lealtad o deslealtad. “Si me amáis” dice “guardad mis mandamientos” (Juan. 14:15) Expuestos en Exodo 20, Deut. 5. (R.H. 23-6-1910).
Maranata
Luis
José de Madariaga.
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segunda venida apocalíptica.
La
Biblia a través del tiempo.
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