sábado, 2 de septiembre de 2023

LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL.

Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. (Apoc. 14: 1).


Delante del trono, sobre el mar de cristal -ese mar de vidrio que parece mezclado con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios-, 

se halla reunido el grupo de los que salieron victoriosos de "la bestia y su imagen, y su marca, y el número de su nombre".

Con el Cordero en el Monte de Sión, "teniendo las arpas de Dios", están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los hombres; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el estruendo de un gran trueno, "una voz. . . como de arpistas que tocaban sus arpas". 

Cantan "un cántico nuevo" delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un cántico de liberación.

Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia -una experiencia que ningún otro grupo ha conocido jamás. 

"Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va". Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por "primicias para Dios y para el cordero" (Apoc. 15: 2, 3; 14: 1-5).


"Estos son los que han salido de la gran tribulación", han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios.

Pero han sido librados, pues "han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero". 

"En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mácula" delante de Dios. 

"Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; 

y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Apoc. 7: 14, 15).

Tierra desolada). Han visto la tierra asolada con hambre y pestilencia, el sol que tenía el poder de quemar a los hombres con su intenso calor, y ellos mismos han soportado padecimientos, hambre y sed. 

Pero "no tendrán hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno" (Apoc. 7: 14-16). 

No es relevante quien son, lo importante es que estes “tu” y “yo” en el reino de los cielos,  eso es lo relevante. Amen.

MARANATA

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