jueves, 13 de julio de 2023

LA PERFECTA LEY.

Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Sant. 1:25).

El oír por sí mismo sólo produce impresiones fugaces y convicciones momentáneas en cuanto al deber. 

¿Es posible que una persona alcance la felicidad poniendo a un lado las leyes de Dios? 

En Europa las leyes y su seguridad que están dan a sus ciudadanos se deben a la obediencia de ellas y esto les ofrece una seguridad. 

El cristiano sincero aprende continuamente para poder cumplir la voluntad de Dios, y no únicamente para saber. 

Tanto las leyes de los hombres como la de Dios, deben de ser cumplidas, pues si no fuera así la ley nos condenaría. 

Cuando una mujer se mira en un espejo demuestra de ese modo un deseo genuino de descubrir las faltas; pero no puede hace nada para taparlas, las manchas siempre estarán. 

Esta se presentara ante una sociedad que la vera sucia y manchada. Pero si se ve en el espejo y ve las faltas, se va a cambiar de vestido, y su aspecto estará mas reluciente. 

Un “oidor de la palabra” desea, ver y oír y como resultado su condición espiritual se verá afectada; pero esto no le basta, pues debe de hacer algo con lo que ha comprendido. 

El Señor del universo tiene una ley que gobierna el universo, y todo es regida por esa ley de amor. 

La ley es un espejo que nos muestra cómo estamos de sucios; así también la ley de Dios nos da a conocer como está nuestro corazón. 

Cuando contemplamos la gran obra de la redención, y los perfectos rayos de la ley de Dios comprendemos un poco más el amor de un Dios bondadoso. 

El espejo de la verdad nunca adula. Cuando comprendemos realmente los elevados principios de la ley de Dios, nos damos cuenta que estamos espiritualmente muertos. 

Pero la gracia de Dios nos vuelve a la libertad. 

Recuerdo que a la entrada de un despacho de abogados, había un gran letrero que decía: “Obediencia a la ley es libertad”. 

Cuando una persona acepta la gracia de Cristo el yugo es mas ligero (Mat.11:28-30). 

Si comprendemos claramente que la ley está de acuerdo con sus intereses más elevados, esto producirá como resultado la máxima felicidad al cristiano. 

Es entonces cuando contemplaremos a Dios como libertador del pecado y al pecado como esclavo. Este amor fue demostrado en la cruz del Getsemaní.

MARANATA.

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