Maldita será la tierra por causa por tu causa. . . Espinos y cardos te producirá. Gén. 3:17-18
Las consecuencia de la desobediencia a los requerimientos de Dios, traerá consecuencia para el hombre.
Aun las maldiciones de Dios son frecuentemente bendiciones disfrazadas.
La desobediencia del hombre a los requerimientos de Dios, les llevó a comprender la misericordia de un Dios de amor. Pero las consecuencias del pecado se pagan.
Ante de la caída la tierra era hermosa y no había rastro de muerte. Ahora había de producir también “espinas y cardos” (EC.307).
El hombre tendría que cultivar la tierra, incrementaría la aflicción del hombre.
Tenía que aprender que la vida apartada de Dios, en el mejor de los casos es dolor y aflicción. Las consecuencia de la desobediencia implicaba un cambio en su alimentación.
Antes del pecado comían cereales, frutas oleaginosas. Después de la caída o desobediencia a las leyes divinas, el hombre tenía que cultivar la tierra y cuidar del ganado.
El clima fue cambiando lentamente y el hombre se tenía que adaptar a la nueva situación.
El hombre cosecha lo que siembra. Y hoy tenemos un planeta moribundo, lleno de contaminación. Lentamente el hombre va hacia su propia destrucción.
De modo que Dios maldijo la tierra por causa del hombre, para que éste reconociera que el pecado es algo terrible.
La contaminación del suelo es una alteración de la presencia de sustancias químicas producidas por el hombre.
Es la degradación o destrucción de la superficie y del suelo como resultado de la acción directa o indirecta de los seres humanos.
Los cultivos ahora necesitan Metales, abonos y plaguicidas para producir alimentos al hombre. Los animales también son mantenidos con piensos compuestos.
Nuestro planeta se envejece, y el hombre va a su propio ocaso. Pablo hace resaltar este pensamiento: “La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolor de parto hasta ahora” (Rom. 8:20-23).
La esperanza de los hijos de Dios, es un cielo nuevo y una tierra nueva. Donde la maldad no exista.
Dios prometió cielos nuevos y tierra nueva.
Pero los hombres de ciencia, buscan otros planetas para habitarlos. ¿Porque?
Recordemos, pues, que hay ciertamente una bendición y aún en la maldición colocada sobre nosotros existe la esperanza de una redención y un Edén que nos espera.
MARANATA.
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