El argumento presentado en este verso empieza en forma negativa.
Dios no acusa a Israel de haber descuidado las formas ni las ceremonias religiosas.
El pecado del pueblo está en no darse cuenta de que el acto carece de valor cuando no se reconoce su significado ni se lo realiza con espíritu de gratitud y de obediencia. 1º de Samuel 15:22.
Se nos dice: Que los holocaustos no son importantes, ni las ofrendas. Lo que realmente tiene importancia es el obedecer es mejor que los sacrificios.
Dios requiere la obediencia de su pueblo antes que el sacrificio. Toda las riquezas de la tierra le pertenece. Isaías 1:12-17. Se nos hace una pregunta:
¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?
El que pretendía ser el pueblo de Dios se había separado del Eterno, y había perdido la sabiduría y se había pervertido.
Cuando un hijos de Dios se aleja de su hacedor, se olvidan que una vez había sido limpiados de su antiguo pecado.
Lejos de la gracia de Dios, se vuelven inquietos e inseguros y van hacia la oscuridad.
Estos hijos de Dios, procuran borrar de su mente el recuerdo de la libertad, la seguridad y la felicidad que antes tuvieron.
Y como consecuencia de ello se hunden en todas clases de locuras, se vuelven indolentes y temerarios; se oponen a los requerimientos de Dios.
Estos hombres y mujeres oirán en aquel día la sentencia de Dios.“¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados!
Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás”. La respuesta a todos estos males se nos da en Miqueas 6:6-8.
El propósito del plan de la salvación, era restaurar la imagen de Dios en el alma humana. ¿Se agrada Dios de los sacrificios de carneros? ¡No!
Lo realmente que quiere Dios de nosotros es nuestra voluntad.
El Espíritu nos han enseñado los requerimientos de Dios, pero Dios no puede forzar tu voluntad.
En que ordenes tu vida, tus emociones, tus actos.
Oh nuestros actos. Que seamos “bondadosos”,
“benevolentes”,“cariñosos”, “misericordiosos”, “humildes”.
Cuando los los hombres caminan con Dios, ponen sus vidas en armonía con la voluntad divina.
El desarrollo de una íntima relación con Dios es el propósito de la verdadera religión.
“Hacer justicia, y amar misericordia” es proceder con rectitud y bondad.
Estas virtudes afectan nuestra relación con nuestros prójimos y resumen el propósito de la segunda tabla del Decálogo (Mat.22: 37-38).
MARANATA.
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