martes, 15 de junio de 2021

Orar los unos por los otros.

Mas yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos Lucas 22:32.

¡Cual era la amistad del Salvador hacia Pedro! ¡Cuán misericordiosas sus advertencias! 

Pero estas fueron desatendidas por Pedro. Nos es de consuelo saber que tenemos a Cristo intercediendo por cada alma de este mundo. 

Jesús poco después se retiró a orar, tenía que hablar con su Padre, para que cuidase a sus discípulos (Juan 17:2, 9, 15, 17). Jesús tiene un interés personal por cada uno de nosotros. 

¿Os preguntarais muchas cosas en este momento: ¡quizás lo mismo que yo! Todos los que son hijos de Dios, están pasando por pruebas y dificultades. 

Pero debemos saber de que Dios es misericordioso, ahora no lo entendemos, pero pronto llegará el día en que comprendamos todo y glorifiquemos a Dios.

Creo que la oración puede convertirse en un peligro, cuando la usamos sólo en nuestro beneficio. 

Las mejores oraciones son generalmente aquellas en que el yo se olvida completamente de si. Jesús oró por Pedro, y tal fue su conversión que fue un testimonio para sus discípulos (DTG. 659-660, 752). 

Creo sinceramente que ningún hombre vive en una isla sólo. Un cristiano solo es incompleto, necesita compartir su vida con los demás. Creo con sinceridad que somos parte el uno del otro. 

Tal debe de ser nuestra conversión, que los que vivan a nuestro alrededor se den cuenta de que Dios está con nosotros. 

Pablo fue un testimonio viviente para los que le rodeaban. ¿Cual es tu testimonio? ¿Cual es mi testimonio? ¿Que piensan los de más de ti y de mi? 

Así sea, tu testimonio, que glorifiques a Dios con tu ejemplo. Creo sinceramente que a veces la oración se transforma en un escudo poco menos que impenetrable contra la exposición de nuestro propio egoísmo. 

También creo que que la intercesión es siempre el resultado de una generosa devoción hacia los de más. Si amamos a Jesús con nuestro corazón, no con nuestros labios, debemos amar a los demás. 

A través de la Biblia vemos a hombres de oración que han sido siempre grandes intercesores de su pueblo. 

El apóstol Pablo dijo cierta vez: “Porque deseara yo mismo se anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, lo que son mis parientes según la carne” (Rom 9:3). 

Moisés oró y dijo: “Que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” Exo 32:32). 

Si Jesús oró po Pedro para que la fe no le faltara, ahora está rogando por nosotros para que tú fe no falte ni la mía. Si los hijos de Dios comprendiéramos esto, Cristo ya había venido. Oremos, por aquellos que necesitan un cambio en su vida.

MARANATA.

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