miércoles, 23 de junio de 2021

DIOS EXALTA A SU HIJO.

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla; de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre. Fil. 2:9-11.

Este es uno de los grandes pasajes de la Biblia. Pablo se ha ocupado del papel de Cristo en la redención de nuestro mundo. Pablo presenta al Padre dentro del cuadro. 

Describe con rasgos vividos el sacrificio hechos por Jesús para convertirse en el Salvador de la raza humana. 

Como Cristo se despojó de si mismo (ver.7), Dios pudo ensalzar hasta un nivel aún más glorioso que el que disfrutaba previamente a su encarnación. 

El Hijo tenía antes una gloria plena “en forma de Dios”, “igual a Dios”. No es posible imaginar una condición más elevada. Cristo en su humillación voluntaria acrecentó la gloria que tenía junto al Padre ante de existir la tierra (Juan 17:5). 

Como Dios-hombre vivió una perfecta vida terrenal, venció la adversario y ganó la salvación para la humanidad. 

Un triunfo tal ciertamente añadía un inestimable peso de gloria eterna al Hijo de Dios. 

Este ser fue el que descendió del trono de Dios a una casa humilde de Galilea, el que tomó sobre si mismo todas las limitaciones del ser humano. 

Literalmente, “se despojó a sí mismo”. Para poder salvar a la raza humana, se hizo “semejante a los hombres”. 

El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor del redentor, es el tema en el cual “desean mirar los ángeles,” y será su estudio a través de los siglos sin fin. 

Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Severa que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. (DTG. 11). 

Se inclinara toda rodilla. Pablo toma un pasaje de Isaías (Isa. 45:23) y lo aplica a la oración final y universal del Salvador (cf. Rom. 14:11). Cierto que esto aún no se a cumplido, pero llegará el día y no tardando mucho. 

Esto sucederá únicamente cuando termine el gran conflicto, cuando todos, incluso Satanás y sus seguidores, se postren a los pies de Cristo, y reconocerán que los juicios de Dios son correctos. 

Este amor y sacrificio son indescriptibles, porque están mucho más allá de la experiencia común de la humanidad. 

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. 

Jesús no sólo estaba trabajando en nuestro beneficio, sino también nos estaba dando un ejemplo de amor. La pregunta es muy sencilla. 

¿Estamos dispuestos a “despojarnos de nuestro orgullo? 

Podemos amarnos unos a otros así como Cristo nos amó? Necesitamos reflexionar en nuestro corazón.

MARANATA.

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