El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia, es carcoma de los huesos Proverbios 14:30
Un corazón sano hace que el cuerpo sea sano. Muchas enfermedades han resultado de albergar sentimientos de celos, culpabilidad e ira, y se han logrado curaciones mediante el restablecimiento de la tranquilidad y la confianza en el alma.
El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salid para el cuerpo y fuerza para el alma.
“El corazón alegre es buena medicina”. (Prov. 17:22 VM)Lo cierto es que un fuego sordo arde dentro de muchas personas.
Podemos llamarla envidia, y sus llamas es el preludio de los celos, la calumnia, el cotilleo o chisme, la ironía y el odio. Todo esto es la pandemia del siglo XXI.
Dios quiere poner a los hombres y mujeres en relación directa consigo mismo. En todo su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal Procura fomentar el sentimiento de dependencia personal, y hacer sentir la necesidad de la dirección divina.
Atañe al interés eterno de cada uno el escudriñamiento de su propio corazón y que se mejore cada facultad dada por Dios.Pero cuando se a verga estos malos sentimientos en el corazón desaparece la belleza que Dios apuesto en el corazón.
Cierto es que es un proceso vitriólico, hiriente en el hombre.
Rostros que podrían llevar la belleza de la bondad están desfigurados por los resultados inevitables de la envidia destructiva.
Hay muchas formas de recuperar la salud mental. Debemos de recordar todos que no hay un motivo en el corazón de hombre alguno que el señor no vea claramente.
Se engaña los que beben de la fuente del placer egoísta, de la envidia etc. Y cuando no se sacian quedan descontentos y desalentados.
Pregunto: ¿Cuántos hogares, matrimonios y vidas han sido desechos por la envidia y los celos? Dios da grandes remedios, para grandes males. Sal.34:22; Isa. 49:14-16; 41:10.
Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y de alabanza.
Un envidioso y criticón no sabe amar. Sólo sabe cómo dominar, poseer y sofocar sus propias ambiciones.
El amor verdadero no procede así. En el amor verdadero es compañerismo y lealtad. El amor no es dominante.
Por desgracia, la envidia y los celos se ocultan detrás de una apariencia de buena voluntad.
Es precioso que cultivemos las facultades de compresión haciéndonos participantes de la naturaleza divina, por haber huido de nuestras malas pasiones
MARANATA.
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