Este es uno de los versos
favoritos de muchas cristianos es el comienzo de una oración más
hermosas de Pablo.
En nuestra vida emos oído la expresión, ora por mi, o que le recuerde en mis oraciones.
En nuestra vida emos oído la expresión, ora por mi, o que le recuerde en mis oraciones.
Todos esperamos el
cumplimiento de este verso en nuestra vida. Debemos de comprender que
la oración es el alimento del alma. Es el secreto del poder
espiritual. No puede ser sustituido por ningún otro medio de gracia,
y conservar, sin embargo, la salud del alma.
La oración pone el
corazón en inmediato contacto con la Fuente de la Vida, fortalece
los tendones y músculos de la experiencia religiosa.
Si descuidamos
el ejercicio de la oración, u si oramos de vez en cuando, según nos
parezca propio, y nos perderemos la relación intima con Dios.
Nuestras facultades espirituales perderán su vitalidad, y la
experiencia religiosa carecerá de salud.
¡Que verdad tan
sorprendente es está!
¡El Espíritu Santo nos fortalece con poder por la gracia de Dios, es el milagro de la transformación!
¡El Espíritu Santo nos fortalece con poder por la gracia de Dios, es el milagro de la transformación!
La
riqueza de su gloria, que Dios nos torga no solamente a la humanidad,
sino también a su pueblo; estas bendiciones son ilimitados y están
disponibles para los hijos de Dios.
Dios desea que recibamos
abundante gracia divina para que podamos. El poder que fortalece es
el de Dios, el cual es transmitido mediante la operación del
Espíritu Santo.
El mismo poder que convierte a los seres humanos debe continuar en ellos para que haya crecimiento cristiano.
El mismo poder que convierte a los seres humanos debe continuar en ellos para que haya crecimiento cristiano.
Aquí es
donde el laodicense fracasan, pues no reconocen que la perseverancia
espiritual necesita de la gracia de Dios tal como la necesitaron en
su conversión inicial.
Es aquí donde muchos cristianos laodicenses
fracasan o fracasamos, pues no reconocemos que la perseverancia
espiritual necesita de la gracia de Dios tal como la necesitaron en
su conversión.
El poder del Espíritu Santo debe de permanecer en el
hombre en donde permanece hasta la venida de Jesús. Cuando el
Espíritu Santo nos fortalece con su poder, nos da la capacidad
espiritual para levantar a los más de viles.
Cada cristiano que
edifica a los demás en el poder del Espíritu, puede “levantar las
cargas pesadas y dejar libre a los cautivos” invocando el poderoso
nombre de Jesús.
fortalecidos con poder en nuestros propios
pensamientos y emociones, también se nos da fuerzas sobrenatural
para pensar positivamente y vivir victoriosamente.
Al conducirnos
continuamente a Jesús, nuestras cargas de culpa y temor -que pueden
ser pesadas – son levantadas, y nos regocijaremos en las riquezas
de su gloria.
MARANATA.
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