Por otra parte, tuvimos por castigadores a los padres nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿Por qué no obedecemos mucho mejor al Padre de los espíritus. Y viviremos? Y aquellos, a la verdad, por días nos castigaba como a ellos les parecía, mas éste para lo que es provechoso, para que recibamos su santificación. Heb. 12:9-10.
Imagine a un padre a punto de zurrar a su hijo que se portó mal. El perturbador niño ruega a su padre que le esplique por qué esto es necesario (probablemente más como una táctica dilatoria que como una súplica para entender el por que de la paliza).
El padre lo toma enserio y trata de explicarle el porque de sus comportamiento y el correspondiente castigo. Pensemos unas serie de razones para explicar el hijo. ¿“Hijo, te voy a castigar porque te lo mereces por lo que as echo”? Tal vez le diga:
¿la normas de la casa así lo exige. . . y lo recibirás? ¿O peor aun: “Realmente me tienes arto y cansado con tus pesadas bromas”? Aunque muchos padres realmente han o hemos castigado a nuestros hijos de esta forma.
Lo cierto es que son las mejores del mundo ni las mas adecuadas. Ninguna de ellas toma en cuenta las necesidades del niño. Pero la disciplina debe de existir en el hogar. La verdadera disciplina se ejerce a fin de enseñar justicia a nuestros hijos, para ayudarles a entender los senderos de la integridad y la bendición.
No se disciplina por venganza, el padre que lo hiciera sera responsable ante Dios. Y puesto que Dios es mucho más sabio que cualquiera de nosotros, ¿no esperaríamos que Dios fuera también redentor y educador en lo que hace?
En todas sus relaciones con el ser humano como sus “hijos que se portan mal”, no se insinúa que El sea meramente punitivo y vindicativo. Sus acciones no son gobernadas porque esté cansados de nosotros, o con nuestras actitudes. Tampoco esta indignado, manteniendo en alto “la justicia”.
Cada acción de Dios está específicamente diseñada para nuestros beneficio. La justicia (o el hacer lo correcto), aceptada en nuestros corazones, en su meta para nosotros, y sabiamente la tarea de enseñar cómo vivir en armonía con su mundo real.
Dios no esta contento sólo con proclamarnos legalmente justos; quiere que pensemos, escojamos y actuemos en armonía con los principios de la justicia. La cuestión central del problema del pecado es que hemos sacado a Dios del centro de nuestra vida.
Cualquier remedio que no restaure esto, simplemente no se iguala con el problema. Nuestro padre celestial no está en “balancear las cuentas” o “defender su dignidad”. Está interesado en restaurar, una relación uno de sus hijos.
Pero nunca forzara nuestra voluntad. La disciplina se eleva a sus más alto nivel en sus manos: Ganar nuestra libertad por el amor y una reflexiva lealtad El. Dios quiere lo mejor para ti.
[Os pido que oréis por mi. Tengo una alergia y una dermatitis que me ataca el cuerpo y los ojos. Os ruego humilde mente que me tengáis en cuenta en vuestras oraciones. Para que siga haciendo esta labor. Que Dios os bendiga].
Maranata:
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