sábado, 7 de septiembre de 2013

LA PRUEBA DE HUMILDAD.

Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará. (Santiago 4:10).

La falta de humildad es una fea deficiencia humana.  Me apresuro a añadir, no obstante, que es mejor no saber cuándo se posee esta rara cualidad, porque tan pronto como uno se da  cuenta de su presencia, ésta se desvanece y ya no se ya posee.
(Foto. la codicia es un mal mundial)  

Alguien ha dicho acertadamente: "La humildad que se ve a sí misma no es verdadera humildad; porque la humildad es un ojo que ve todo menos a sí misma".

La pregunta que se nos plantea es: ¿Como podemos entonces controlar nuestro progreso en la senda de la humildad?  ¿Como reaccionamos, por ejemplo a la oposición cuando parece bloqueado el camino a la realización de un plan acariciado?  ¿Nos molestamos e irritamos o continuamos nuestro curso con serenidad de corazón y confiamos en él Señor?

¿Cómo llevamos el éxito?  Lo cierto es que el éxito parece ser inaplicable a la humildad; pero en realidad, el éxito y el poder son las pruebas supremas de la humildad.

"La mejor medida de la eminencia personal de Lincoln fue cuando escribió en su diario  el doctor hofstadder, de la universidad de Columbia, "es que fue purificado y no intoxicado por el poder".

El hombre que carece de humildad no puede resistir las tentaciones del éxito y del poder, si no que se vuelve más egoísta, fanático y opresor con su progreso y éxito.  Solamente un hombre humilde llega a ser un mayordomo de la gracia divina.

Podemos preguntarnos: ¿cómo me siento yo? ¿Como se siente Ud. en relación con sus amigos o compañeros de trabajo? Nos irritamos por el éxito de los demás, o se regocija con ellos?

"El celo es el vicio que nunca les falta a los tontos", decía Alejandro Pope.  Y para finalizar estas preguntas diremos finalmente, ¿cuál es nuestra reacción con la oración?  sea Ud. sincero/a, no seamos hipócritas,  pues Dios sabe las cosas del corazón aun lo más profundo. ¿Nos parece que nuestro camino es mejor: que el suyo?

El orgullo supremo no pide a  Dios perdón, ni santificación y vida eterna.  El orgullo es un mal compañero de viaje.  ¡Cuán necio es colocarse fuera de su alcance!  Veámonos hoy  cual es nuestra debida relación con nuestro Dios.

Tenemos una promesa de Dios: "Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humanidad y la paz remplazan a la ira, la envidia y la contestaciones.
(Foto. La caridad y el amor al projimo es un don de Dios).  
La alegría remplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo.  Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales.
La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios.  Entonces ese poder que ningún  ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios. (DTG. p. 144)

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