viernes, 6 de septiembre de 2013

LA ORACION QUE LLEGA AL TRONO DE LA GRACIA.

La oración eficaz del justo puede mucho; Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. (Santiago. 5:16, 17).

Jorge Muller, de Bristol, Inglaterra, presenta para hoy un luminoso ejemplo del poder de la oración.  Notables milagros marcaron los cincuenta y dos años de su vida de oración. Sin el sostén de ninguna iglesia, estableció orfanatos y suplió a las necesidades de miles de niños.  Pero lo más notable de la vida de este hombre era que cada mañana, al mediodía y por la noche, empezaba con una oración y terminaba con la oración dando gracia a Dios por su ayuda. 

Esta comunión enriqueció su vida e hizo de él un obrador de milagros tanto como un gran ganador de almas. A lo largo de mi vida e conocido a hombre de oración, torturados por las consecuencias de la guerra, pero esta persona no dejaba de orar.  Dios le dio tal sabiduría  que cuando daba un sermón, no necesitaba la Biblia, en su mente estaba cada pasaje, cada promesa, y dependía completamente de Dios. En las persecuciones o en la cárcel por ser fiel a su Dios, tenia la paz y la promesa de Dios de que le guardaría. 

En cierta ocasión le preguntaron a Muller: En que se apoyaba él para creer tan firmemente que Dios respondería a sus oraciones.  Su respuesta constituye un maravilloso modelo para todos nosotros:
"Hay cinco condiciones que siempre procuro cumplir.  Si las observo tengo la seguridad de que mi oración será respondida.

"1ª.  No abrigo la menor duda, porque se me asegura que la voluntad del Señor es salvar a los hombres y llevar a todos el conocimiento de la verdad. (1ª Tim. 2:4).
"2ª. Nunca suplico en mi nombre, sino en el bendito nombre de mi precioso Señor Jesús y únicamente en sus méritos (Juan 14:14).
"3ª.  Siempre creo firmemente en la disposición del Señor para  escuchar mis oraciones (Marcos. 11:24).
"4ª.  No abrigo conscientemente ningún pecado, porque `si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera`(Salmos 66:18).
"5ª.  He perseverado en la oración por algunos durante más de cincuenta y dos años, y continuare hasta obtener la respuesta (Lucas 18:7).

Hay una promesa para cada creyente, para cada padre y madre, para los jóvenes y para los más mayores.  "¿Cuál fue la fortaleza de los que en tiempos pasados padecieron persecución por causa de Cristo?
Consistió en su unión con Dios, con el Espíritu Santo y con Cristo.  El vituperio y la persecución han separado a muchos de sus amigos terrenales, pero nunca del amor de Cristo.  Nunca es tan amada de su Salvador el alma combatida por la tormentas de la prueba como cuando padece afrenta por la verdad" (Hap. 70).

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